sábado, 20 de julio de 2019

El traje de los maceros



         Durante las fiestas del Carmen vimos desfilar, junto a los miembros del Ayuntamiento Infantil que las presidió, a los maceros ataviados a imagen y semejanza de los de la corporación municipal, aunque probablemente con un traje más cercano a la realidad que los que, últimamente, visten los auténticos.




         Aunque nuestra ciudad tenía derecho al uso de maceros y timbaleros, como las restantes del reino, no fue hasta el 22 de enero de 1765 cuando aparecieron, por vez primera, precediendo a la corporación.

         Fue con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción que, curiosamente, no se había celebrado el 8 de diciembre anterior, sino que fue pospuesta hasta enero. Fue el corregidor D. Pablo Cortés de Vargas el impulsor de esa decisión que causó gran expectación y para que la sorpresa fuera mayor, según se relata en las Actas Municipales, “llevaron las capas ocultas para que, antes de salir al público, se ofrecieran a la Inmaculada, nuestra patrona”. Porque la Inmaculada, era entonces considerada “patrona” en virtud del voto perpetuo por el que la ciudad se había comprometido en el pasado a defender lo que luego sería Dogma de Fe.



         El traje adoptado estaba integrado por jubón, calzas y medias negros. Al cuello gola almidonada y cubriendo los hombros capa de terciopelo rojo, con cuello vuelto. Como tocado un sombrero negro al que, posteriormente se le incorporó en el ala vuelta una escarapela, con los colores nacionales y, prendida a ella, una pequeña pluma. Se completaba con zapatos negros con hebilla rectangular.

         En esta antigua fotografía, al igual que en la anterior, la maza va enfundada en negro, por corresponder a la procesión del Viernes Santo.



         Este traje es muy similar al de los maceros de la ciudad de Tarazona, aunque en ese caso, llevan peluca que, creemos, no se corresponde con este tipo de trajes. Recuerda al que todavía utilizan los alguacilillos de algunas plazas de todos, aunque en lugar de gola, visten valona caída sobre los hombros.






         En otras ciudades, sus trajes tienen una inspiración más medieval, pues utilizan dalmáticas con las armas de cada una de ellas, bordadas al pecho y espalda, o gramalla, como es el caso de Jaca al que corresponde la última de las fotos. Las otras son de los maceros de Madrid, Alcalá de Henares y Toledo.





         Toda esta introducción obedece a que, desde hace algún tiempo, venimos observando que la gola de los maceros de Borja, presenta este deplorable aspecto. Su tamaño se ha reducido; está arrugada, cuando debía ser almidonada o rígida; y cuela como un babero, sin ceñirse al cuello. Además, últimamente, la capa se sujeta con una cinta negra sumamente antiestética ya que, si se considera necesaria, debía esconderse bajo la gola. En los sombreros tampoco aparece la escarapela ni la pluma que antes llevaban, aunque esta es una cuestión menor, en comparación con el aspecto de la gola. Como se trata de algo fácilmente subsanable, esperamos que muy pronto se corrijan las deficiencias observadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario