Uno de
los espectáculos más vistosos de la recreación lo constituyen las justas
medievales que se instauraron el pasado año y que, además de su carácter de
exhibición, se pretendía que fueran también competitivas en torno, al menos, de
uno de las primitivas pruebas medievales, el juego de la sortija.
Este
año, el palenque había sido instalado en un campo situado frente al recinto
ferial y lo cierto es que hasta él acudieron muchas personas.
Hasta
allí llegó la comitiva real, pudiendo constatarse las muestras de cariño entre
los esposos Coloma. Evidentemente, la convivencia ha hecho reverdecer las
pasiones de la juventud.
Frente
al espacio reservado para el público, se había dispuesto una tribuna para el
cortejo, presidida por los monarcas que dieron también constantes muestras de
afecto y satisfacción por la brillantez de los actos que se habían ido
sucediendo.
En
torno a ellos, radiantes damas vistiendo elegantes trajes. A algunas no las
habíamos visto con anterioridad y otras mostraban nuevos vestidos que no
conocíamos. Sin embargo, sus caras de alegría fueron palideciendo conforme el
frío se iba adueñando del recinto, hasta el punto de hacernos recordar las
altas temperaturas que el pasado año tuvimos que soportar en el mismo
escenario.
Como “juez”
y comentarista de las justas contamos con un especialista de la compañía de los
“Lobos Negros” que procuró avivar el interés de todos, especialmente cuando las
sombras de la noche se cernían ya sobre el palenque.
Ejercicios
de doma y combates a pie y a caballo fueron algunos de los espectáculos
ofrecidos.
Junto
a ellos, juegos de tan dilatada tradición como el del estafermo (muñeco
giratorio sobre el que impacta la lanza), el de la “cabeza de turco” (en este
caso representada por unas frutas y hortalizas) o el lanzamiento de bohordos
sobre una diana, fueron recreados con no demasiado acierto.
Pero el
que esperábamos con mayor expectación era el juego de la sortija (prender
cintas a caballo), dado que el Centro de Estudios Borjanos había ofrecido dos
importantes premios en metálico a los vencedores. En ellos tomaron parte
también caballistas locales. Pero la sorpresa fue que, ni ellos ni los profesionales,
consiguieron ensartar ni una sola cinta.
Evidentemente
hay que ensayar y, probablemente las anillas eran de pequeño tamaño y la lanza
excesivamente grande. Pero si en muchos otros lugares este juego se ha
mantenido y despierta pasiones, algo similar podría ocurrir aquí. Por ello,
vamos a mantener los premios con la esperanza de que acudan a competir muchos
otros jinetes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario