En
principio, con menor riesgo pero con el mismo entusiasmo, muchos vecinos de
Borja engalanaron los balcones y ventanas de las casas bajo las que iba a
discurrir el cortejo real, aunque también tuvieron que lidiar con las
consecuencias del viento que deshacía lo conseguido con tanto esfuerzo.
He
aquí algunas imágenes del aspecto que presentan las plazas del Mercado y del
Olmo, así como la entrada de la calle de San Bartolomé.
Así
quedaron algunas fachadas de la plaza de Nuestra Señora de la Peana en donde
destacaban los flácidos gallardetes de las ventanas del Museo de la Colegiata.
La Casa de Aguilar también fue engalanada, así como un edificio próximo, cuya
propietaria se esforzó en ocultar los miradores todavía existentes en ella.
Podríamos
poner otros muchos ejemplos, entre los que destaca la decoración de este
torreón en donde su propietaria, en lugar de recurrir a la solución más fácil,
la de colgar las banderas de sus ventanas, prefirió llevarlas hasta allí, a
través de una ascensión libre por la fachada del edificio, emulando las gestas
de un familiar cercano, gesto muy aplaudido por las personas que se congregaron
para presenciarlo y preparadas para hacer frente a un fatal desenlace.
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