Magníficamente
engalanada, la calle de San Francisco fue por donde el cortejo real hizo su
entrada en la ciudad, procedente de la plaza del mismo nombre.
Tras
cruzar frente al actual palacio de Ojeda, la antigua residencia de la familia
Lázaro, uno de cuyos miembros es recordado especialmente en la recreación y de
otras casas decoradas con gusto exquisito, llegaron a la casa de los Nogués.
Al
llegar a su altura la familia real, una de sus jóvenes propietarias gritó con
fuerza: “Dios guarde al rey Fernando” y “Dios guarde a la reina Isabel”,
mientras los ocupantes de sus balcones arrojaban hojas de laurel, gesto al que
correspondieron muy complacidos los soberanos, antes de continuar su marcha
hacia la plaza del Olmo.
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