Ayer tratamos sobre la inconsistencia de esa leyenda sobre la supuesta excomunión de todos los habitantes de Trasmoz y la relacionamos con la elaboración de moneda falsa entre los muros de su castillo. Hacíamos referencia a la localidad donde se encontraron los moldes (Tórtoles) y a otro lugar donde se batía la falsa moneda. Concretamente en Santa Olalla que situábamos cerca de Sangüesa. Pero D. Javier Bona nos ha corregido inmediatamente, haciéndonos saber que existe otra Santa Olalla, muy cerca de Tórtoles, donde existía un batán. Aclarada esta cuestión hoy vamos a referirnos al tema de la “maldición” lanzada contra Trasmoz por el abad de Veruela, en el siglo XVI.
Lo
sorprendente del caso es que esa falsa leyenda está relacionada con un
personaje ilustre que Trasmoz ha olvidado, dado que mientras fue dedicada una
estatua a Gustavo Adolfo Bécquer, nada se dice de D. Pedro Manuel Ximénez de
Urrea, más conocido por Pedro Manuel de Urrea, señor de Trasmoz y uno de los
más grandes poetas y dramaturgos españoles, entre los siglos XV y XVI.
Había
nacido en Épila en 1524, siendo el segundo hijo del I conde de Aranda quien le
dejó el título de señor de Trasmoz, lo que contrarió enormemente a su hermano
primogénito, provocando un duro enfrentamiento en el que fue apoyado por su
madre.
D.
Pedro Manuel fue un escritor prolífico autor de Peregrinación de las tres casas sanctas de Jherusalem, Roma y Santiago,
que la Institución “Fernando el Católico” reeditó, en dos volúmenes, en 2008
con un magnífico estudio introductorio de D. Enrique Galé a quien corresponde
el mérito de haber redescubierto esta obra.
Enrique
Galé fue también el responsable de la reedición, en 2011, de su Cancionero de todas las obras, publicado
en Toledo en 1516. De nuevo fue la Institución “Fernando el Católico” quien
asumió esta empresa que ha permitido conocer la calidad de las composiciones
poéticas de Pedro Manuel de Urrea, algunas de las cuales las escribió en
Trasmoz y, entre las que destaca una dedicada a la Virgen del Moncayo a la que,
por su belleza, dedicaremos otro artículo.
El
señor de Trasmoz residió en la localidad de cuyo señorío era titular en varias
etapas de su vida. Concretamente, a partir de 1510 decidió ocuparse de ella de
una manera efectiva, llegando a enfrentarse con las armas a todos sus vecinos.
Entre ellos al monasterio de Veruela por una cuestión de riegos, pero también a
la encomienda de Ambel, al señor de Pedrola D. Alonso de Aragón y a su padre el
conde de Ribagorza D. Juan de Aragón. Poderosos enemigos con los que estuvo a
punto de provocar una guerra civil en Aragón, dado los apoyos que tuvieron uno
y otro bando.
Que la
pugna con Veruela fue muy dura es algo innegable, pero pretender que la
comunidad reunida en capítulo, bajo la presidencia del abad D. Pedro Ximénez de
Embún, lanzara una “maldición” contra la localidad no deja de ser una fábula.
Entre otras razones porque no existe la figura de la “maldición” como pena
canónica y maldecir es una acción reprobable para cualquier cristiano. Existe
el “interdicto”, pena consistente en privar a una localidad de cualquier
celebración religiosa, incluyendo la administración de los Sacramentos y hasta
el enterramiento en lugar sagrado. Se ha decretado en muchas ocasiones y por
muy diversas causas. En Borja, en varias ocasiones, la última en el siglo XX
respecto al Santuario de Misericordia, a raíz de los problemas con una piscina
en la que se bañaban juntos hombres y mujeres, algo que consideraba inadmisible
la autoridad eclesiástica del momento.
Pero,
el interdicto lo debe decretar la autoridad de la que se depende y Trasmoz,
desde el punto de vista eclesiástico, no estaba sujeta a la jurisdicción de Veruela.
Por lo tanto, aún admitiendo que pudo haber algún tipo de actuación, en modo
alguno puede pretenderse que la localidad fuera “maldita” y mucho menos que el
efecto de esa supuesta sanción haya llegado hasta nuestros días.
Pero “vende”
mucho más hacer apología de brujas e intolerancia que recordar a hombres
eximios como Pedro Manuel de Urrea, el más famoso de los señores de Trasmoz.
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