La construcción del nuevo puente sobre el barranco de Vulcafrailes, de la que informamos ayer, ya no hace necesaria la utilización del antiguo puente, situado un poco más abajo, lo que va a facilitar su rehabilitación que, próximamente, será acometida por el M. I. Ayuntamiento.
Ese
puente es, probablemente, el más antiguo de los que se conservan en el término
municipal de Borja y tiene importancia histórica por estar enclavado en un
camino de dilatada antigüedad por el que se accedía a Navarra y cerca de un
cruce con otro que ascendía desde la ribera del Ebro hacia Tarazona. No es de
extrañar que, en torno al mismo, llegaran a merodear bandas de salteadores que
desvalijaban a los viajeros, hechos de los que ha quedado constancia en algunos
procesos incoados a los que hemos hecho referencia en ocasiones anteriores.
El
puente fue objeto, probablemente, de remodelaciones en el transcurso del
tiempo, pero conserva los grandes sillares de su base y, en él, llaman la
atención las aletas de piedra seca que, sin embargo, se encuentran en precario
estado de conservación, habiendo sufrido desprendimientos en uno de sus lados.
El
otro, aunque se conserva íntegro, se encuentra amenazado de desprendimiento por
la acción del agua y de la presión ejercida por el paso de vehículos pesados
que, hasta ahora, cruzaban sobre el puente.
Para
facilitar ese tránsito, se recargó con zahorra el tablero, hasta el límite de sus pretiles
que, prácticamente, quedan ocultos, provocando una sobrecarga que afecta a la
estructura y que posiblemente es causa de la patología de sus aletas. Sabemos
que se pretenden limpiarlo hasta devolverlo al estado inicial y, nos imaginamos
que también se acometerá la consolidación de todo el conjunto lo que redundaría
en la salvación de una obra que, a pesar de su sencillez, tiene un indudable
valor.
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