Volvemos
a hablar de la epidemia cuando, en opinión de algunos, estamos en camino de
superar la nueva “ola” con la esperanza puesta en una hipotética y cercana
desaparición. Pero las cosas no son tan sencillas, como advierten los
especialistas, entre otras razones porque la irrupción de la pandemia puso de
manifiesto el desconocimiento que teníamos de la etiopatogenia del virus causal
y de sus mecanismos de transmisión.
La
mejor prueba de ello la constituye los continuos cambios de opinión sobre
cuestiones tan elementales como las medidas a adoptar para controlarla. Ya en
los primeros momentos de la crisis comentamos que algunas de ellas nos
recordaban las empleadas en época medieval para combatir otro tipo de
epidemias.
Pero, este nuevo comentario viene motivado por el artículo que ayer publicó el diario El País que puede leerse en este enlace y que llevaba como primer título “Fumigar aceras, desinfectar zapatos y otros actos inútiles del “teatro pandémico”.
La
expresión “teatro pandémico” fue puesta en circulación hace casi un año por
Zeynep Tufekci, una socióloga de origen turco que ejerce la docencia en la
Universidad de Carolina del Norte y que, a pesar de no ser epidemióloga, sus
opiniones sobre estas y otras cuestiones son muy tenidas en cuenta.
Todos
recordamos el entusiasmo con el que se pusieron en marcha diversos métodos de
fumigación de espacios públicos y personas, recurriendo incluso a drones. No
hubo ayuntamiento que se preciara que no enviara a sus empleados a regar las
aceras con desinfectantes o a esparcirlos con nebulizadores. Aunque se sigue
recurriendo a este método y tenemos ejemplos muy cercanos, su uso está desautorizado
por el Centro Europeo de Control de Enfermedades y otros organismos sanitarios
por su falta de efectividad y posibles daños al medio ambiente y a las personas.
Lo mismo puede decirse del empleo del ozono, aún más peligroso a altas
concentraciones.
Lo
mismo ocurre con aquella insistencia en la posible contaminación a través del
calzado y las normas para limpiar las bolsas y paquetes adquiridos o aquella
tan llamativa de dejar en cuarentena los libros utilizados por un usuario en
las bibliotecas públicas. Todo ello ha sido descartado conforme se ha ido
conociendo mejor el mecanismo de transmisión, fundamentalmente por vía aérea con
especial incidencia en espacios cerrados y un riesgo evidente en
concentraciones humanas, mientras que la propagación por contacto con superficies
contaminadas, se considera que no es el mecanismo más frecuente.
Otra
medida a la que se refería el periódico era a la del control de temperatura mediante
“pistolas” de infrarrojos, considerándola absolutamente ineficaz porque una
buena parte de los enfermos por la COVID no presentan ese síntoma y pueden
contagiar. Lo que ocurre es la medición de la temperatura era muy importante en
el caso de la epidemia de ébola porque en este caso, hay una relación directa
entre la capacidad de contagio y la fiebre.
Todo
lo expuesto y otras cuestiones no responden a la opinión personal del autor del
artículo (Javier Salas) sino que están avaladas por los especialistas de las
más importantes instituciones epidemiológicas y revistas tan prestigiosas como Nature que, en un editorial, se refería
expresamente a la desinfección de superficies, calificándola de inútil y de
trasmitir un mensaje confuso que, como señalan otros, conduce a una falsa
sensación de seguridad.
Algo parecido
está ocurriendo con la vacunación. Ya nos hemos referido a ello. Está
comprobado que quien se vacuna obtiene una protección contra el virus, pero
seguimos sin conocer el tiempo que dura y, sobre todo, si mantiene como así
parece su capacidad de transmisión a otras personas. Al mismo tiempo, se sigue
investigando acerca de la protección que ofrecen las vacunas disponibles frente
a las mutaciones que han ido apareciendo. De ahí que no puede bajarse la guardia,
ante una epidemia que puede repuntar en cualquier momento.
Los que
hayan leído hasta aquí se preguntarán acerca de las medidas que los expertos
consideran más eficaces. Siguen aconsejando el uso de mascarilla, siempre y
cuando cumplan unos requerimientos. Pero evitar los contactos con otras
personas, sobre todo en espacios cerrados y mal ventilados, es imprescindible.
De ahí la necesidad de imponer limitaciones severas a determinadas actividades;
algo muy duro para quienes dependen de las mismas por lo que se requieren
ayudas directas que les compensen de las pérdidas ocasionadas por lo que sigue
siendo una situación de emergencia. Pero, hay que ser conscientes de que nadie
se atreve a difundir normas precisas y concretas, ya que es más fácil recurrir
a esas muestras de “teatro pandémico” dirigido por las autoridades hacía un público
al que se transmite la sensación de que se está haciendo todo lo posible.
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