Cuando aparecieron unos restos humanos al pie del monte o cabezo de La Horca, llegó a difundirse la teoría de que podían pertenecer a las personas ejecutadas en aquel lugar, lo cual era una opinión que, en modo alguno, podía sustentarse. Así lo comentamos con el arqueólogo D. Francisco Gutiérrez González, antes de que se iniciaran los trabajos de excavación.
A
pesar del topónimo, no se tiene constancia documental de que ese fuera el lugar
elegido para las ejecuciones. De hecho, cuando en 1522 fueron ajusticiados dos
musulmanes por el crimen cometido en la persona de la esposa del carcelero y de
su hija de tres años, ambos “fueron ahogados” y posteriormente colgados en la
plaza del Mercado durante un día. Luego, fueron colocados en dos horcas, para
general escarmiento. Una estaba en lo alto de la Cogullota y la otra “entre la
Cruz de Albeta y el cabezo de la Horca”. Por lo tanto, pensar que los cadáveres
aparecidos guardasen relación con ejecuciones, pudiera hacer creer a algunos
que eran muy frecuentes y que, además los enterraban allí, cuando pasado un
tiempo los reclamaban sus familiares, como ocurrió con los ejecutados a los que
hemos hecho referencia.
Pensábamos
y así se lo hicimos saber a D. Francisco Gutiérrez que lo más probable era que
fuera un cementerio islámico y la excavación ha venido a confirmar nuestras
suposiciones.
El Sr.
Alcalde ha publicado una nota informativa, muy completa, dando noticia de los
hallazgos encontrados, a partir de los datos facilitados por el arqueólogo
responsable de la excavación.
Han sido once las tumbas en las que se han excavado nueve
esqueletos que pueden datarse, en principio, de época taifal, a la espera de
las pruebas correspondientes. Las características del cementerio son las habituales
del rito islámico con las fosas lo suficiente separadas para no mezclar las
tumbas y asegurándose de que la cara de cada individuo permaneciera siempre
orientada hacia la ciudad de la Meca. En aquellas fosas cuya profundidad
alcanzó el nivel natural de roca se conserva incluso una pequeña cueva interior
que procuraba que ese rostro no fuera cubierto con la tierra.
Más
interesante y llamativo ha sido el hallazgo de unos silos o basureros de
tardorromana o emiral, que pueden ser datados entre los años 500 y 800 d. C. La
escasa cantidad de cerámica hallada por el momento no permite más concreción,
ya que el tipo de producción local habitual de la época es aún poco conocido.
Aún así hay que mencionar un fragmento hallado en superficie de terra sigillata tardía, parte de un
cuenco de la forma 37 que se utilizó en el siglo V y hasta comienzos del siglo
VI d. C.
Ayer
estuvimos en la excavación, de la que ya se han retirado los restos
encontrados, pero es preciso destacar el esfuerzo que viene realizando el M. I.
Ayuntamiento en el ámbito de la investigación arqueológica, lo que viene a ser
corroborado con el anuncio de una próxima investigación sistemática en todo el
cabezo de La Horca, que viene a sumarse a las próximas actuaciones en la torre
del Pedernal.
El
entusiasmo que provocan estos descubrimientos ha sido la causa probable de que
el redactor de la nota considere que los restos excavados corresponden al
borjano más antiguo hallado hasta ahora. No es así, pues aunque el concepto “borjano”
aplicado a épocas remotas es cuestionable, muchísimo más antiguos son los
restos humanos encontrados en la cueva de Moncín, que también está en Borja y,
ya más próximos, los de la necrópolis romana que existe y está sin excavar al
pie del monte de la Corona, donde aparecieron restos que conservamos.
Se menciona
también los restos encontrados en San Jorge. No es una leyenda urbana, pues los
vimos extraer personalmente y restos de esa procedencia decoraban un aula de
colegio de Ntra. Sra. del Carmen donde a un hueso largo (un fémur) se le dio un
sorprendente cometido culinario. Pero el cementerio de San Jorge fue el los
nuevos convertidos, desde 1603, que antes se enterraban en San Miguel.
Como sucedía
en todas partes, los cristianos se enterraban en sus parroquias, salvo los que
lo hacían en los conventos, cuando disponían de capilla propia. Fueron las
normas de salubridad que fueron imponiéndose las que obligaron a crear
cementerios alejados del casco urbano. El primero se construyó junto a la
ermita del Sepulcro y en 1821 fue rehabilitado el de San Jorge que hacía tiempo
que había caído en desuso. Fue en 1832 cuando comenzó a construirse el actual
que está llegando al límite de su capacidad.
Pero,
respecto a los cementerios del pasado, queda pendiente el estudio de las
necrópolis romanas y de las maqbara
islámicas que, para una ciudad de cierta importancia como era Borja en aquellos
momentos tuvo que haber alguna con dimensiones mayores que la ahora
descubierta.
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