D. Manuel Giménez Aperte nos ha traído un curioso documento conmemorativo de la I Guerra Mundial. Se trata de un Diploma de Honor extendido a nombre de René Denjean, un soldado francés que combatió en la que en el país vecino es conocida como “La Gran Guerra”, del que prenden las condecoraciones recibidas que vamos a analizar.
Aunque no se trata de un documento
oficial (sí lo son las condecoraciones) constituye un ejemplo del respeto y reconocimiento
que se otorgaban a quienes habían luchado por Francia.
Este diploma era extendido por el Journal
des Mutilés et Combattants (Diario de los mutilados y combatientes). En la
parte superior figura “1914-1918” y abajo “En mémoire de la Grande Guerre”. En
sus ángulos representaciones simbólicas de cuatro momentos en la vida del
soldado: La marcha, el combate, la victoria y la paz.
En la cartela manuscrita, junto con el
nombre del combatiente, la unidad en la que sirvió, durante el tiempo que se
especifica y los méritos alcanzados que, en este caso, son una citación en la
Orden del Regimiento, en 1918 (casi al final de la guerra).
El 119º regimiento al que pertenecía
este soldado había sido creado por Napoleón, con ocasión de la Guerra de la
Independencia española y fue uno de los que participaron en los Sitios de
Zaragoza. En su estandarte se hace alusión a las victorias en Burgos, Santander
y Arapiles. Disuelto en 1814, volvió a ser creado al inicio de la I Guerra
Mundial.
Constituido en Privas, en 1914, como
119ª Regimiento de Infantería Territorial, tomó parte en la mayor parte de los
enfrentamientos de esa contienda mundial. Su distintivo es un leopardo con la
divisa “Siempre listo a saltar”. En la segunda imagen aparece el uniforme que
vestían sus soldados, el característico del inicio de la guerra, completamente
inadecuado para un conflicto al que tuvieron que hacer frente.
Veamos ahora cuáles son las
condecoraciones que prenden del diploma, advirtiendo que son las más habituales
entre todos los combatientes. De derecha a izquierda, la primera es la Medaille commémorative de la Grande Guerre (Medalla
conmemorativa de la Gran Guerra), creada en junio de 1920, para honrar a todos
los que habían participado en el conflicto, entre agosto de 1914 y noviembre de
1918.
El diseño fue obra del artista Pierre-Alexandre
Morlon. De forma circular, en el anverso figura el busto de una mujer (la
República) tocada con casco militar, llevando en la mano una espada y un ramo
de flores. En el reverso “Republique Française” rodeando el perímetro. Pende de
una cinta blanca, con cinco rayas verticales rojas. La medalla, en bronce pavonado, fue acuñada en
la Fábrica de la Moneda, pero también hubo modelos no oficiales para atender la
elevada demanda.
La del centro es la Croix du Combattant
(Cruz del Combatiente), creada el 28 de junio de 1930, como muestra de
reconocimiento de la nación francesa a los soldados que, poniendo en peligro su
vida, habían defendido a la Patria cuando más lo necesitaba. Para su concesión, se requería una estancia
mínima de tres meses en una unidad de combate en el frente, o bien una mención
al valor o haber sido herido en combate.
Fue convocado un concurso para su diseño entre todos los artistas
que habían participado en la guerra y fue adjudicado al proyecto presentado por
Eugène-Baptiste Doumenc. Tiene forma de cruz, pendiente de una cinta azul con
siete rayas verticales rojas. En el centro de la cruz, la cabeza de una mujer,
tocada con casco militar, orlado de laurel y, en torno suyo, la leyenda “Republique
Française”. Al dorso, una espada dispuesta verticalmente con la empuñadura en
la parte superior y en torno suyo “Croix du Combattant”.
Finalmente, a la izquierda, se
encuentra la Médaille de la Victoire, también llamada “Interalliée”.
Su creación fue propuesta por el mariscal Foch, comandante en jefe de las
tropas aliadas al final de la guerra, para que fueran acuñadas por todas las
naciones aliadas, con libertad para acuñarlas, aunque con un modelo común.
Realizada en bronce, de forma circular (36 mm), debía tener
en el anverso a la victoria alada que había propuesto la creación de una
medalla conmemorativa común a todas las naciones aliadas beligerantes. Grabado
libremente por cada nación, esta decoración debía representar en el anverso la
imagen clásica de la “Victoria alada”, con la corona de laurel en la mano, y en
el reverso la inscripción traducida al idioma del país “La Grande Guerre pour
la Civilisation”. Todo ello pendiendo de una cinta con dos arcos iris yuxtapuestos
en rojo con un hilo blanco en los bordes.
La realización de la acuñación francesa fue encomendada a Pierre-Alexandre
Morlon, el mismo artista que había diseñado la Medaille commémorative de la
Grande Guerre y fue acuñada por la Monnaie de París, aunque hubo otras
acuñaciones privadas.
Recuerdos como el que hoy hemos mostrado y los numerosos
monumentos dedicados a los combatientes, que existen en Francia y otros países,
constituyen hermosos ejemplos de lo que los Ejércitos representan para ellos.
Algo muy diferente a nuestro caso. Puede aducirse que España no participó en
ninguna de las dos guerras mundiales (salvo el caso especial de la División
Azul) y que el último conflicto armado fue la Guerra Civil, lo que no es cierto
pues, con posterioridad, combatimos en Ifni y en el Sahara.
Nadie se acuerda de esos soldados y de los de las campañas de Marruecos, de las que acabamos de cumplir en el olvido su primer centenario, o los de Cuba y Filipinas, un poco más lejanos. ¿Quién se ha ocupado de las tumbas de esos soldados que yacen en suelo extranjero? Aquí solo utilizamos un único conflicto (del que también se acerca el centenario) pero con fines partidistas.
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