domingo, 30 de julio de 2023

Recuerdo de la I Guerra Mundial

 

         D. Manuel Giménez Aperte nos ha traído un curioso documento conmemorativo de la I Guerra Mundial. Se trata de un Diploma de Honor extendido a nombre de René Denjean, un soldado francés que combatió en la que en el país vecino es conocida como “La Gran Guerra”, del que prenden las condecoraciones recibidas que vamos a analizar.

         Aunque no se trata de un documento oficial (sí lo son las condecoraciones) constituye un ejemplo del respeto y reconocimiento que se otorgaban a quienes habían luchado por Francia.

         Este diploma era extendido por el Journal des Mutilés et Combattants (Diario de los mutilados y combatientes). En la parte superior figura “1914-1918” y abajo “En mémoire de la Grande Guerre”. En sus ángulos representaciones simbólicas de cuatro momentos en la vida del soldado: La marcha, el combate, la victoria y la paz.

         En la cartela manuscrita, junto con el nombre del combatiente, la unidad en la que sirvió, durante el tiempo que se especifica y los méritos alcanzados que, en este caso, son una citación en la Orden del Regimiento, en 1918 (casi al final de la guerra).


         El 119º regimiento al que pertenecía este soldado había sido creado por Napoleón, con ocasión de la Guerra de la Independencia española y fue uno de los que participaron en los Sitios de Zaragoza. En su estandarte se hace alusión a las victorias en Burgos, Santander y Arapiles. Disuelto en 1814, volvió a ser creado al inicio de la I Guerra Mundial.

 


         Constituido en Privas, en 1914, como 119ª Regimiento de Infantería Territorial, tomó parte en la mayor parte de los enfrentamientos de esa contienda mundial. Su distintivo es un leopardo con la divisa “Siempre listo a saltar”. En la segunda imagen aparece el uniforme que vestían sus soldados, el característico del inicio de la guerra, completamente inadecuado para un conflicto al que tuvieron que hacer frente.

 

         Veamos ahora cuáles son las condecoraciones que prenden del diploma, advirtiendo que son las más habituales entre todos los combatientes. De derecha a izquierda, la primera es la Medaille commémorative de la Grande Guerre (Medalla conmemorativa de la Gran Guerra), creada en junio de 1920, para honrar a todos los que habían participado en el conflicto, entre agosto de 1914 y noviembre de 1918.

         El diseño fue obra del artista Pierre-Alexandre Morlon. De forma circular, en el anverso figura el busto de una mujer (la República) tocada con casco militar, llevando en la mano una espada y un ramo de flores. En el reverso “Republique Française” rodeando el perímetro. Pende de una cinta blanca, con cinco rayas verticales rojas.  La medalla, en bronce pavonado, fue acuñada en la Fábrica de la Moneda, pero también hubo modelos no oficiales para atender la elevada demanda.


         La del centro es la Croix du Combattant (Cruz del Combatiente), creada el 28 de junio de 1930, como muestra de reconocimiento de la nación francesa a los soldados que, poniendo en peligro su vida, habían defendido a la Patria cuando más lo necesitaba.  Para su concesión, se requería una estancia mínima de tres meses en una unidad de combate en el frente, o bien una mención al valor o haber sido herido en combate.

Fue convocado un concurso para su diseño entre todos los artistas que habían participado en la guerra y fue adjudicado al proyecto presentado por Eugène-Baptiste Doumenc. Tiene forma de cruz, pendiente de una cinta azul con siete rayas verticales rojas. En el centro de la cruz, la cabeza de una mujer, tocada con casco militar, orlado de laurel y, en torno suyo, la leyenda “Republique Française”. Al dorso, una espada dispuesta verticalmente con la empuñadura en la parte superior y en torno suyo “Croix du Combattant”.

 

         Finalmente, a la izquierda, se encuentra la Médaille de la Victoire, también llamada “Interalliée”. Su creación fue propuesta por el mariscal Foch, comandante en jefe de las tropas aliadas al final de la guerra, para que fueran acuñadas por todas las naciones aliadas, con libertad para acuñarlas, aunque con un modelo común.

Realizada en bronce, de forma circular (36 mm), debía tener en el anverso a la victoria alada que había propuesto la creación de una medalla conmemorativa común a todas las naciones aliadas beligerantes. Grabado libremente por cada nación, esta decoración debía representar en el anverso la imagen clásica de la “Victoria alada”, con la corona de laurel en la mano, y en el reverso la inscripción traducida al idioma del país “La Grande Guerre pour la Civilisation”. Todo ello pendiendo de una cinta con dos arcos iris yuxtapuestos en rojo con un hilo blanco en los bordes.

La realización de la acuñación francesa fue encomendada a Pierre-Alexandre Morlon, el mismo artista que había diseñado la Medaille commémorative de la Grande Guerre y fue acuñada por la Monnaie de París, aunque hubo otras acuñaciones privadas.

Recuerdos como el que hoy hemos mostrado y los numerosos monumentos dedicados a los combatientes, que existen en Francia y otros países, constituyen hermosos ejemplos de lo que los Ejércitos representan para ellos. Algo muy diferente a nuestro caso. Puede aducirse que España no participó en ninguna de las dos guerras mundiales (salvo el caso especial de la División Azul) y que el último conflicto armado fue la Guerra Civil, lo que no es cierto pues, con posterioridad, combatimos en Ifni y en el Sahara.

Nadie se acuerda de esos soldados y de los de las campañas de Marruecos, de las que acabamos de cumplir en el olvido su primer centenario, o los de Cuba y Filipinas, un poco más lejanos. ¿Quién se ha ocupado de las tumbas de esos soldados que yacen en suelo extranjero? Aquí solo utilizamos un único conflicto (del que también se acerca el centenario) pero con fines partidistas.

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