Si ayer comentamos la importancia de la catedral de El Burgo de Osma, hoy queremos hacer alusión a un espacio de gran prestancia, como es de su actual plaza Mayor en la que se ubican dos de los monumentos más representativos de la villa, uno de los cuales es la Casa Consistorial y otro el antiguo hospital de San Agustín.
El gran espacio porticado, delimitado en dos de sus frentes
por los monumentos mencionados, que puede verse ahora, es fruto de la última
remodelación llevada a cabo a partir de mediados de 2022 e inaugurada en mayo
de este año.
En fotografías antiguas puede verse el
estado en el que se encontraba anteriormente, con un jardín central, al que se
ha querido recordar con ese círculo central con luminarias enterradas que
cambian de color.
Pero la primitiva plaza Mayor no estaba
ubicada aquí, sino junto a la catedral. Y, como sucede en toda localidad de
estructura levítica, fue la influencia de uno de sus obispos la que determinó
el cambio de emplazamiento.
La razón aducida era la necesidad de
ampliar la catedral, coincidiendo con la beatificación del venerable Juan de
Palafox, que se consideraba inminente (aunque no se llevó a cabo hasta el
pontificado de Benedicto XVI).
Tras las negociaciones entre el cabildo
y la corporación municipal, el obispo D. Bernardo Antonio Calderón encargó el
proyecto de la nueva plaza, en un espacio donde ya estaba el hospital de San
Agustín, al arquitecto Ángel Vicente Ubón quien diseñó una plaza de planta
cuadrangular, enmarcada por el hospital y la nueva Casa Consistorial, concebida
con un desarrollo volumétrico muy similar, para dotarla de una cierta
uniformidad.
Las obras de la nueva Casa se iniciaron
en 1769 y finalizaron en febrero de 1781. El resultado fue un edificio de dos
plantas, con soportales en la inferior, cuyas columnas toscanas fueron
reaprovechadas del antiguo Ayuntamiento, así como el escudo de Felipe II y los
del obispo Tello, que fueron embutidos en la fachada.
En ella se abren cinco puertas, de las
que la principal es la del centro que, a través de un zaguán, da acceso a la
escalera monumental que conduce a la planta principal. Entre las restantes, una
de ellas era la de salida de los toriles, situados en parte posterior del
edificio, pues la plaza era el lugar donde se celebraban los espectáculos
taurinos. En esa misma planta dos de las puertas daban acceso a la alhóndiga.
También estaban allí los calabozos. Otra de las puertas comunicaba con el peso
real, donde se contrastaban las medidas de los comercios de la villa.
En la planta noble, se encuentra el
gran salón de Concejos que se abría a la plaza por la amplia balconada con
columnas (que desaparecieron en una reforma poco afortunada). El edificio tiene
en sus extremos dos torres que, a pesar de ser un edificio municipal, fueron sufragadas
por el obispo Calderón para que se asemejara al hospital situado enfrente.
Delimitando el conjunto de la plaza por lo lados se dispuso
la construcción de edificios de dos alturas para uso residencial con bajos
dotados de soportales sobre columnas de piedra que se prolongan en las calles
que parten de ella.
Fue en 1468, cuando el obispo Pedro García de Montoya, fundó este
hospital en un lugar que, en aquellos momentos, estaba alejado del centro de la
población. Pero el edificio que ha
llegado hasta nuestros días, fue mandado construir por el obispo fray Sebastián
de Arévalo y Torres, O.F.M. (1619-1704) que sufragó completamente el importe de
las obras.
Edificado entre 1694 y 1699, el proyecto de Cipriano Antonio
Miguel fue ejecutado por los maestros Pedro Portela e hijo, Ignacio Moncalcán y
Diego Núñez. Aunque inspirado en el estilo herreriano, se aleja de él con los
diversos detalles barrocos, especialmente presentes en la fachada.
En ella, en sendos nichos, se encuentran las esculturas que
representan a San Sebastián (en alusión al nombre del prelado) y a San
Francisco (por la orden a la que pertenecía. En la parte superior, entre
columnas salomónicas, puede verse a San Agustín, titular del hospital y el
escudo de su fundador, el obispo Montoya.
En la actualidad, tras su restauración,
acoge al Centro Cultural de la Villa. Atravesado el zaguán se accede al gran
patio porticado en torno al cual se disponían las antigua salas del hospital,
ahora cubierto por una estructura acristalada.
La antigua capilla, situada a la
derecha de la entrada sirve ahora como Oficina de Turismo, pero conservan todo
su exorno artístico. En el retablo, actualmente dedicado a la Inmaculada,
pueden verse las imágenes de San Sebastián y San Francisco en las calles
laterales y la de San Agustín en el ático, al igual que en la fachada. En el
banco, las armas del obispo D. Sebastián de Arévalo y Torres, que también
aparecen en las pechinas de la cúpula.
En la planta baja se encuentra también la Biblioteca
Municipal y el arranque de la escalera monumental que conduce a la primera
planta.
En esa planta se encuentra, entre otras cosas, el Aula Arqueológica de Uxama y la sede de varias asociaciones culturales de El Burgo de Osma. Nos llamó la atención la amplia oferta cultural existente en la villa.
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