Siguiendo con antiguas fotografías de nuestra ciudad, hoy queremos volver a mostrar una de las más antiguas imágenes de la plaza de Aguilar, con el edificio de la que, actualmente, es la sede del Centro de Estudios Borjanos, con su gran puerta abierta, en cuyo quicio está sentada una mujer cosiendo. En la esquina un burro con serones espera para ser cargado ¿con el escombro que se ve delante? Pero lo más interesante es el cartel que puede verse en primer plano, en el que se lee: “Café, vinos y licores. Se sirven meriendas”. No sabemos a qué establecimiento corresponde.
Más tarde, en
la esquina con la calle Coloma estuvo la taberna “El Gato Negro” que luego se
trasladó a la plaza del Olmo. Llamamos la atención sobre la placa que aparece a
la derecha de la portada que, sin duda, corresponde a la denominación de la
plaza. Parece de piedra artificial, sujeta por salientes en la parte superior,
quedándonos la duda de lo que ponía en ella que posiblemente era “Plazuela
Aguilar”.
Decimos eso porque, en esta otra fotografía,
aparece una placa diferente. En este caso metálica, como otras que se colocaron
en determinados lugares. Eran esmaltadas de color azul, con letras blancas y,
en ella, puede leerse: “Plazuela de Dª. María de Aguilar, nombre que se le dio
el 3 de mayo de 1906. Que la fotografía es posterior a la otra, viene
justificado por el hecho de que pueden apreciarse mayores pérdidas en el revoco
de yeso de la zona inferior de la fachada.
Esta imagen tiene especial interés
porque en el balcón principal de la casa aparece el rótulo “UGT”, el único
testimonio conservado de la sede que ese sindicato tuvo en la primera planta de
la casa. También se ve, a la derecha, un establecimiento con la puerta abierta
y un cartel sobre ella, cuyo texto no puede leerse ¿Sería la misma taberna?
La plaza y la Casa siempre fueron considerados
uno de los más bonitos “rincones” de Borja y a ella hacía alusión Emilio Jiménez,
corresponsal del periódico Aragón Exprés, en julio de 1972. Su visión
disparaba su imaginación hacia “románticas evocaciones”, pero se preguntaba
¿Cuánto tiempo se mantendrá en pie? Se refería a la Casa y a otras del casco
antiguo que ya estaban siendo abandonadas por sus vecinos.
Con evidente fatalismo concluía que pronto
serían presa de la desolación y la ruina, porque “el proceso es inevitable”.
Que la ruina se ha apoderado del casco antiguo cincuenta años después no ofrece
ninguna duda, pero al menos la Casa de Aguilar se ha salvado, por el momento.
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