jueves, 27 de julio de 2023

El Santuario un año después

 

         En el recuerdo de todos permanece viva aquella imagen pavorosa de la noche del 13 de agosto del pasado año, en la que, desde Borja, veíamos arder el Santuario de Misericordia. Recientemente, los medios de comunicación han dedicado gran atención al incendio que, unas semanas antes, se declaró en otro lugar de la provincia. Esperamos que, al cumplirse el aniversario del nuestro, también se preocupen del estado en el que han quedado nuestros pinares, prácticamente desaparecidos.



         Enrique Lacleta ha estado en la Muela Alta para captar imágenes de lo que antaño fuera una zona verde de extraordinario interés para nuestra ciudad, en la que los pinos, plantados hace cerca de 100 años, constituían uno de los principales alicientes del Santuario de Misericordia. En torno a la ermita del Calvario han quedado algunos restos del pinar, pero son un triste espejismo de la realidad.

 


         Nada que ver con fotografías muy cercanas en el tiempo al desencadenamiento de incendio, en el que ese notable monumento que es la ermita circular del Calvario aparecía envuelta por los pinos.

 


         Un claro ejemplo de las consecuencias del incendio es lo que muestran estas otras imágenes del entorno del bar restaurante que había muy cerca de la ermita y desde el que se podían contemplar las magníficas perspectivas del valle del Huecha, entre los pinos que han desaparecido por completo.

 




         Otro tanto puede decirse del recorrido por el que discurre el Vía Crucis que termina en la ermita, en el que sólo permanecen las cruces, entre los restos de la catástrofe, los cuales aún no han sido retirados.

 





         Porque, aunque se transmitido la impresión de que se ha llevado a cabo la limpieza de la zona quemada, lo cierto es que, aunque fueron talados muchos árboles, ni ha sido completa ni, en la mayoría de los casos se ha retirado la madera quemada.

 




         Por lo que respecta al Raso, su aspecto no puede ser más desolador, con algunas de sus pistas cortadas intencionadamente con vallas y árboles caídos, sin que podamos conocer las razones que impiden el paso de los ciclistas que las recorrían.

 




         Entre tanta desolación, los brotes de una venerable encina quemada o las plantas que resurgen entre las cenizas demuestran que la Naturaleza sigue su curso, pero pretender que su fuerza sea suficiente para recuperar lo que ha desaparecido es una utopía y nuestra generación y la siguiente no volverán a ver los pinares del Santuario como los hemos conocido, aunque sean replantados, cosa que, por el momento, no lleva visos de ser una realidad.



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