Aprovechando la cercanía a El Burgo de Osma, visitamos el Parque Natural del Cañón del Río Lobos, un espacio natural protegido de Castilla y León que tiene una extensión superior a las 10.000 Ha, declarado Parque Natural en 1985. Considerado uno de los parajes más bonitos de la península, discurre a lo largo de 20 kilómetros del cauce del río Lobos.
Al parque se puede acceder por tres puntos.
Nosotros lo hicimos por Ucero, localidad ubicada en la parte baja del cañón,
donde posiblemente se encuentran las zonas más espectaculares.
Lo primero que llama la atención, son las pozas del río, cubiertas
de nenúfares, sobre los que saltan pequeñas ranas (no pudimos fotografiar a
ninguna). Cruzando un puente, continuamos por la senda que discurre por la
orilla del río, bajo la sombra de las muchas especies vegetales que allí crecen.
En la información facilitada se habla de sabina albar, pino pudio, quejigos y encinas,
así como enebros, gayubas y aliagas.
Y todo ello flanqueado por los grandes
farallones de piedra caliza, de color rosado, en los que se abren numerosas
cuevas y sobre los que vuelan los buitres leonados que tienen aquí una
importante colonia.
Tras un recorrido no demasiado largo la senda se abre a un hermoso claro en el que la ermita de San Bartolomé sorprende al visitante, tanto por su propia arquitectura como por la belleza del lugar en el que está enclavada.
Se trata de un templo edificado a
comienzos del siglo XIII, con sillares de piedra caliza bien escuadrados, especialmente
por lo que respecta a la nave central y al espectacular ábside, a pesar de su
sencillez. Con planta de cruz latina, sus brazos parten del arranque del ábside
y en cada uno de ellos hay un óculo con celosía estrellada. La ermita fue
restaurada en 2019 y, en la actualidad, puede ser contemplada en todo su esplendor
Se accede al interior por uno de los laterales de la nave,
bajo seis arquivoltas apuntadas con decoración de baquetones, puntas de
diamante y rosetas, además de seis columnas cuyos capiteles tiene cabecillas
humanas entre flores y hojas. Tanto sobre la portada como por todo el perímetro
corre un friso de canecillos, de talla un tanto tosca, en contraste con la
calidad de los sillares.
El interior es de una enorme sobriedad
que es más propia del estilo cisterciense, con arcos apuntados que se aproximan
ya a un gótico balbuciente.
Hasta la reciente restauración hubo un
retablo mayor, del siglo XVIII, con la imagen de San Bartolomé a quien está
dedicada la ermita. En la actualidad preside el templo una imagen de Cristo
Crucificado, mientras que la de San Bartolomé fue trasladada a uno de los brazos
del crucero, ubicando en el otro a la Virgen de la Salud.
También fueron recuperados los
arcosolios existentes en ambos brazos, con los sepulcros sustentados por tres
arcos de medio punto sobre pequeñas columnitas.
La ermita, cuya visita justifica con
creces el pequeño paseo, acoge cada 24 de agosto una romería en honor al Santo
Apóstol, a la que fue dedicada y que nada tiene que ver con una supuesta
encomienda templaria a la que los aficionados al esoterismo han querido
vincularla.
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