El Burgo de Osma cuenta con un excepcional conjunto monumental en el que destaca la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, a la que teníamos interés en regresar, dado que durante nuestra primera visita (hace más de 55 años) fuimos requeridos para portar la peana de la Virgen, en una procesión claustral a la que asistía el cabildo y las autoridades, pero faltaban tres personas para llevar la imagen. Fueron tres cirineos borjanos, junto con un sacristán quienes solventaron el problema.
No obstante, estuvimos también, en 1997, con ocasión de la sexta edición de “Las Edades del Hombre” que tuvo lugar en ella, bajo el lema de “La Ciudad de Seis Pisos”.
Fue el obispo San Pedro de Osma (Pedro
de Bourges), un monje cluniacense que fue el restaurador de la sede episcopal,
tras la Reconquista, quien mandó edificarla en estilo románico. Su primer sepulcro,
ubicado en la sala capitular del claustro, es una obra de gran interés, a la
que no pudimos acercarnos por estar cerrada la sala.
La primitiva fábrica románica tuvo una vida efímera, dado que,
poco después de acceder a la sede episcopal D. Juan Díaz de Medina, ordenó demolerla
para levantar un nuevo templo de estilo gótico y mayores proporciones que es que
ha llegado a nuestros días.
Las obras se prolongaron durante mucho
tiempo, como era habitual. De hecho, no fue hasta 1758 cuando finalizó la
construcción de la hermosa torre, que vino a reemplazar a la antigua, que se
había hundido en 1734. Por entonces se había planteado la posibilidad de derribar
todo el templo para edificar otro, de acuerdo a los nuevos gustos, lo que fue
finalmente descartado. En la actualidad es, probablemente el monumento más
importante de la provincia de Soria y sede del obispado que lleva por título,
desde hace no demasiado tiempo, el de Osma-Soria. En esta última ciudad, la
antigua colegiata de San Pedro fue elevada al rango de con-catedral.
Es imposible en un breve artículo
comentar el gran número de obras de interés que guarda este templo. Únicamente
mencionaremos, la capilla renacentista dedicada a San Pedro de Osma en el
transepto, cuya disposición recuerda a la famosa “Escalera dorada” de Gil de
Siloe, en la catedral de Burgos.
O la que tiene como titular al beato
Juan de Palafox, que había sido obispo de Osma entre 1654 y 1659, cuya
construcción fue impulsada, en 1761 por el franciscano Joaquín Domingo de
Eleta, natural de El Burgo de Osma y confesor del rey Carlos III. Se da la
curiosa circunstancia de que Palafox aún no había sido beatificado. Se pensaba
que ello iba a ocurrir inmediatamente, pero no fue hasta 2011, cuando el que
fuera también obispo de Tlaxcala fue proclamado beato por Benedicto XVI.
En su diseño intervinieron arquitectos
tan prestigiosos como Juan de Villanueva y Francisco Sabatini. La bóveda fue obra
por Domingo Brili y sus pinturas de Salvador Maella.
No queremos dejar de mencionar el
retablo mayor, obra de Juan de Juni y de su discípulo Juan Picardo.
El gran claustro gótico, vino a
reemplazar, en 1505, al antiguo románico, del que se conservan restos tan
significativos como la antigua sala capitular, con el sepulcro de San Pedro de
Osma (aunque sus restos se veneran en la capilla antes mencionada), con sus
columnas torneadas que sustentan capiteles historiados de gran belleza.
Desde el claustro se accede a las distintas
dependencias en las que se encuentra instalado el museo catedralicio, con una
variada colección de obras de pintura, escultura y orfebrería, procedentes de
la propia catedral y de parroquias desaparecidas. Entre ellas destaca el cáliz
del cardenal García de Loaysa y Mendoza (que fue obispo de Osma entre 1524 y
1532) donó en 1530. Otra obra de excepcional interés, conservada en su archivo,
es uno de los Beatos de Liébana, de 1086, que como todos conocen eran comentarios
al Apocalipsis de San Juan, bellamente ilustrados. En este caso son 72 las
miniaturas (y no tan miniaturas), con un mapamundi que es el más detallado de
todos los mapas altomedievales conocidos.
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