lunes, 27 de noviembre de 2023

La transformación de Carcasona

 

         En el archivo del Centro de Estudios Borjanos se conserva esta fotografía, procedente del archivo Ojeda, datada a comienzos del siglo XX, en la que puede verse a Pilar Méndez con una amiga, teniendo como fondo la inconfundible silueta de la ciudad de Carcasona (Carcassonne).


         Pero, la ciudad que hemos visto recientemente y la que contempló Pilar es, en gran medida, fruto de la actuación del gran arquitecto francés Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879), a quien le fue encomendada su restauración, la cual llevó a cabo con su particular visión medievalista.


         Viollet representó un modo de entender la restauración, que ha sido muy criticado, pero que ejerció notablemente influencia en otros profesionales, incluso españoles. Su obra hay que situarla en el contexto del Romanticismo y su pasión por la Edad Media.

         Cuando en 1844, Prosper Mérimée, que era inspector general de Monumentos Históricos, le encomendó la restauración de la antigua ciudad de Carcasona, ya había recibido de él otros encargos anteriores y, mediante concurso público, había restaurado la catedral de Notre Dame de París, donde introdujo significativos añadidos.

 

         Es necesario recordar que los condes de Barcelona habían sido titulares del condado de Carcasona que luego pasó a la familia Trancavel, como vizcondes feudatarios de Barcelona y, posteriormente, vasallo de la Corona de Aragón, hasta que a raíz de la cruzada contra los cátaros, en 1226, la ciudad es ocupada por el rey de Francia.

Su condición de plaza fronteriza con los dominios aragoneses, obligaron a reforzar sus fortificaciones en tiempos de Luis IX. Pero, cuando tras la Paz de los Pirineos, suscrita entre los reinos de Francia y España, el 7 de noviembre de 1659, para poner fin a la Guerra de los Treinta Años, tuvimos que ceder a Francia todos los territorios del Rosellón y parte de la Cerdeña, su importancia estratégica decayó rápidamente.



         Poco a poco, la plaza 

fue siendo abandonada y sus fortificaciones como, en otros muchos lugares, iban siendo demolidas para construir nuevos edificios.

 

         La intervención de Viollet salvó lo que quedaba, aunque modificando sensiblemente su aspecto, como muestra esta imagen, dotándole de elementos que nunca había tenido.

 



         Entre las “novedades” más criticadas figuran los tejados cónicos que colocó sobre sus torres almenadas, que nunca habían existido y eran propios de zonas mucho más al norte. También la creación de un puente levadizo en uno de los accesos. Curiosamente, esos tejados que nos recuerdan los castillos de Disney, constituyen ahora lo más representativo del perfil de la ciudad.

 


         Declarada Patrimonio de la Humanidad, la ciudad antigua de Carcasona es uno de los destinos más visitados de Francia y la presión turística ha convertido sus calles en un gran bazar de recuerdos, algo que, según Antonio Jiménez, debemos evitar en ciudades como Albarracín que es objeto ya de una afluencia de visitantes que desborda sus posibilidades en muchas ocasiones.





         Pero, junto a las numerosas tiendas, cafeterías y restaurantes también hay rincones y monumentos importantes como la basílica de San Nazario, antigua catedral, a la que Viollet, dotó de gárgolas y pináculos para reforzar su aspecto medieval o el museo lapidario en el interior del castillo. Junto a la basílica se encuentra el emblemático hotel en el que nos ofrecieron la cena de gala con la que se clausuró el congreso.



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