miércoles, 15 de noviembre de 2023

Un jesuita de Mallén en Asia

 

         Tras un considerable retraso y cuando ya teníamos todo dispuesto para publicar el volumen LXV de nuestra revista Cuadernos de Estudios Borjanos, correspondiente a 2022, la retirada de dos de los artículos que incluía por discrepancia de los autores con la demora, nos ha obligado a posponer su aparición al próximo año.

         Entre los trabajos que contendrá, hay uno de especial interés para nuestra comarca, ya que nos descubre la figura de un jesuita nacido en Mallén, del que no teníamos noticia. Se trata del P. Pedro Francisco de Jaca S. J., siendo el autor del artículo D. Antonio Carlos Campo López, al que hay que agradecer la rigurosa investigación realizada sobre las andanzas de tan ilustre mallenero por las islas del Sudeste asiático.


         Pedro Francisco de Jaca había nacido en Mallén, en 1607, e ingresó en la Compañía de Jesús a los 19 años. No conocemos los lugares en los que estuvo destinado, antes de llegar a Goa, la capital del Estado da India portuguesa, en 137, cuando acababa de cumplir los 30 años.

 


         En Goa, la presencia de los jesuitas era muy importante y no debemos olvidar que en la iglesia del Buen Jesús se conserva el cuerpo incorrupto de San Francisco Javier, lo que la convierte en uno de los principales centros de peregrinación católica de la India.

         Allí, según el autor del trabajo que se basa en la información facilitada por el jesuita Hubert Jacobs en las obras publicadas a partir de la documentación conservada en la Curia General, nuestro personaje completó su formación jesuítica; en concreto el año de magisterio en latín y los siete años de teología, al final de la cual efectuó la profesión perpetua y sería ordenado sacerdote.

         Llama la atención la ausencia de información sobre esos 10 años transcurridos entre el ingreso en la orden y la llegada a Goa. Parece lógico pensar que correspondieron a la etapa de noviciado y juniorado, pero ambas no implican un período de tiempo tan dilatado.

 


         En 1644 fue enviado a Malaca y Batavia con el propósito de defender los intereses de la comunidad católica existente en esas zonas que, tras serles arrebatadas a los portugueses por los holandeses, se encontraban en difícil situación. Pero la actitud de los nuevos gobernantes y el hecho de que, por entonces, los Países Bajos y España se encontraban enfrentados provocó el fracaso de su misión y su expulsión.

 

         Mejor acogida encontró en Macasar, donde había una importante presencia de católicos y donde los jesuitas se habían establecido, con la aquiescencia de los sultanes, atendiendo a la llamada de la población.

         El religioso de Mallén logró gozar del favor de la corte y, en su lecho de muerte, asistió al sultán Karaeng Pattinngalloang, un hombre culto, que hablaba varias lenguas y que, a pesar de ser musulmán, fue gran amigo del jesuita.

 


         Aún fue mayor su relación con su sucesor el sultán Hasanudin, otro brillante gobernante al que aún se recuerda, hasta el punto de haber sido proclamado Héroe Nacional de Indonesia el 6 de noviembre de 1973. Una muestra del aprecio que le dispensaba lo constituye el hecho de que lo nombrara embajador y representante suyo en diferentes ocasiones.

         Pero, las disputas entre los propios católicos, derivadas del enfrentamiento entre el clero secular y el regular (de las diferentes órdenes religiosas), provocó la expulsión de estos últimos y la salida de Pedro Francisco de Jaca.

 

         En compañía de un compañero portugués viajó hasta la isla de Timor, cuya parte oriental estaba bajo dominio luso y hoy es una república independiente. Pretendía establecer una nueva misión y en, 1658, desembarcó en Vemasse, una localidad situada a 90 kilómetros de Dili, la actual capital de la república. Allí el rey que gobernaba en la zona, con apariencia de cordialidad les tendió una trampa: invitó a los dos jesuitas y al capitán del barco en el que habían llegado a una comida, en la que les sirvieron alimentos envenenados. El jesuita portugués murió muy pronto y, poco después, falleció el capitán del barco.

 

         El jesuita de Mallén, aunque con la salud muy quebrantada, logró sobrevivir y, atravesando el centro de la isla, donde se alza el monte Mundo Perdido, de unos 1.700 metros de altura, consiguió llegar a Luca, capital de otro de los reinos de la isla, donde murió el 15 de marzo de 1658. Daba fin así la extraordinaria peripecia de un hombre de nuestra comarca por tierras tan remotas.



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