Además de su iglesia parroquial, en Gallur existe otra dedicada al “beato Agno”, que fue edificada a mediados del siglo XX, cuando la población experimentó un crecimiento por el otro lado del Canal Imperial, siendo construidas varias barriadas, para cuya atención espiritual fue construido este templo. Tuvimos ocasión de visitarla durante nuestro reciente desplazamiento a esa localidad.
Está dedicado
al obispo Lope Fernando de Ayn, más conocido como el “beato Agno”, que había
nacido en Gallur en 1190 y cuyo supuesto retrato se encuentra en la cabecera de
la iglesia.
Cursó los estudios eclesiásticos, destacando
por su preparación e inteligencia. Fue canónigo del Pilar hasta que conocedor
del carisma de la orden fundada por San Francisco de Asís, decidió profesar en
ella, siendo el primer franciscano de la provincia de Aragón.
Enviado por
sus superiores a Roma, gozó de la estima y consideración de varios Papas. En
atención a su capacidad y a las circunstancias que concurrían en su persona,
fue nombrado “obispo de Marruecos” y Legado Apostólico en el norte de África. A
pesar de su resistencia a aceptar esta misión, tomó posesión de su sede,
realizando una gran labor, bajo la protección del soberano conocido por los
cristianos con el nombre de “Miramamolín”, que había quedado impresionado por
sus virtudes. Después fue llamado a Roma, donde obtuvo del Papa la autorización
para peregrinar a Tierra Santa. Regresó con la salud muy quebrantada y se
retiró al convento de Zaragoza, donde falleció santamente, en 1260.
El apelativo de “Agno” se lo dio el
Papa Gregorio IX, aludiendo a su inocencia. En realidad, se trata de un juego
de palabras entre el Lope o “Lupo” de su apellido, que significa “lobo” y este
sobrenombre de “agno” que quiere decir “cordero”. Fue un hombre culto que
escribió algunas cartas sobre su misión en África y varios sermones, en castellano,
latín y árabe. Por otra parte, se conserva una biografía suya, publicada en
1697, cuyo autor fue otro ilustre franciscano, el cronista fray José Antonio de
Hebrera y Esmir, que era nacido en Ambel.
Sus restos se
veneraron en el convento de San Francisco de Zaragoza, junto a su altar mayor,
pero desaparecieron a consecuencia de la guerra de la Independencia. Sobre el
solar se construyó la sede de la Diputación Provincial.
El templo de
una sola nave, con el coro a los pies, es de sencilla factura y arquitectura funcional,
propia de la época. En los muros laterales, sobre pedestales de madera encontramos
varias imágenes de producción industrial.
En el presbiterio,
a la derecha de la imagen de Cristo Crucificado que lo preside hay una imagen
de la Virgen del Rosario, de considerable tamaño. Se trata de una obra del
siglo XVIII, en la que el Niño reposa en el brazo izquierdo de su Madre que, en
su mano derecha, sostiene un gran rosario que, desde luego, no es el original.
A la izquierda hay
una imagen de la Inmaculada Concepción, que cruza sus brazos al pecho, mientras
que, con sus pies aplasta al demonio sobre el orbe, siguiendo una iconografía
tradicional y un modelo que hemos visto repetido en otras iglesias de la zona.
La obra más
interesante se encuentra en la sacristía y es otra imagen de la Virgen del
Rosario, del siglo XVI, que conserva la policromía original, aunque ha perdido
parte de un brazo del Niño y la mano con la que la Virgen sostenía el rosario
original. También han desaparecido todos los rayos que salían de la mandorla
que enmarcaba la imagen.
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