Es costumbre, por estas fechas, que las Hermandades de Nuestra Señora de la Peana de Zaragoza y Barcelona celebren una jornada de convivencia en nuestra ciudad, reafirmando su vínculo con ella y con nuestra Patrona.
Porque las
Hermandades nacieron para aglutinar a los borjanos que habían tenido que emigrar,
manteniendo vivo el amor a sus orígenes, en unos momentos en los que las posibilidades
retornar para celebrar las grandes fiestas locales eran mucho más complicados.
La denominación
de “Colonias”, con las que también han sido conocidas, hace referencia por lo
tanto a su ubicación en un lugar “alejado” y, por ello, no tendría sentido el
que hubiera una asociación similar en la propia ciudad, donde ya existe una
asociación específica dedicada a nuestra Patrona.
La Jornada, de
la que nos ha traído imágenes Enrique Lacleta, se inició con una celebración
eucarística en la colegiata de Santa María, al término de la cual se trasladaron
a la capilla de nuestra Patrona, donde Laura Serrano leyó un emotivo texto y se
llevó a cabo una ofrenda floral.
A los pies de
la Virgen posaron todos. En la primera foto aparecen los miembros de la
Hermandad de Barcelona y en la segunda los de Zaragoza y Barcelona, con el
párroco y autoridades de la ciudad.
Nos ha
sorprendido sobremanera el ver a la imagen de la Virgen, llevando fija al
cuello una condecoración civil, algo completamente inusual en las imágenes
religiosas. No obstante, el tema reviste tanta importancia que le dedicaremos
un artículo específico.
Después, el
Ayuntamiento de Borja les ofreció un aperitivo en el Hogar del Jubilado, donde hubo
intervenciones de los representantes de las Hermandades y del Alcalde de la
ciudad.
Gema Bernal Aguilera,
que con un grupo de jóvenes se ha hecho cargo de la Hermandad de Barcelona,
tuvo palabras de reconocimiento para las hermanas Celiméndiz Merle quienes,
durante muchos años, han sido unas de las principales impulsoras de la misma,
haciéndoles entrega de un pequeño obsequio.
Por su parte,
Ángel Giménez Gilaberte, de la Hermandad de Zaragoza, ofreció a Enrique Lacleta
una placa, como reconocimiento a su colaboración.
Una jota magistralmente
interpretada por el propio Ángel constituyó el broche final para esta
entrañable celebración.
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