lunes, 16 de septiembre de 2024

Recordando a un laureado general borjano

 

El 16 de septiembre de 1943 falleció en  San Sebastián D. Ricardo Álvarez de Espejo y González de Castejón, III marqués de González de Castejón, que había nacido en París el 25 de diciembre de 1864. Era hijo de Dª Teresa González de Castejón y Arnedo, II marquesa de González de Castejón que, en aquellos momentos, residía en la capital francesa donde era dama de la emperatriz Eugenia de Montijo.


El 30 de agosto de 1883 ingresó como cadete en la Academia de Toledo, siendo nombrado Teniente de Ingenieros el 28 de febrero de 1889, tras completar su formación en la Academia Especial de Ingenieros de Guadalajara.  Desempeñó diversos destinos en la península y el 5 de agosto de 1895 fue enviado a Cuba como teniente del primer batallón del regimiento de Zapadores Minadores, llegando a La Habana, a bordo del Isla de Luzón, el 9 de septiembre de ese año. Participó en numerosas acciones de guerra, destacando por su valor, recompensado con seis cruces de 1ª clase al Mérito Militar con distintivo rojo.

 

El 4 de octubre de 1896, formando parte de una columna del batallón “Asturias”, mandada por el teniente coronel D. Marcelino Granados, se enfrentaron a una partida de Antonio Maceo. Entablado combate con las fuerzas insurrectas, el teniente Álvarez Espejo con 20 zapadores atacó y se apoderó de la posición de Cayo del Toro, teniendo nueve bajas y siendo el primero en llegar a ella, donde se sostuvo, recogiendo sus bajas y demostrando en dicha operación gran valor y serenidad en el combate.

 

Tras el preceptivo juicio contradictorio le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, por R. O. de 26 de diciembre de 1898. El 9 de enero de 1897 había sido ascendido a capitán por méritos de guerra, siendo destinado a la Comandancia General de La Habana, en la que  permaneció hasta el 20 de julio de ese año, en que embarcó en el vapor Alfonso XII, para regresar a la península como alumno de la Escuela Superior de Guerra.

Se diplomó en Estado Mayor y, en agosto de 1902, fue nombrado ayudante de varios generales, entre ellos D. Francisco de Borbón y D. Julián Chacel. El 30 de marzo de 1910 pasó destinado como profesor a la Escuela Superior de Guerra, donde permaneció ocho años.

 

Ascendió a teniente coronel en 1918 y en este empleo sirvió en el regimiento de Telégrafos, en el Estado Mayor Central y como ayudante del teniente general D. Miguel Primo de Rivera. Pero, su carrera militar experimentó un cambio radical al ascender a coronel y ser nombrado, el 18 de febrero de 1924, Jefe del Servicio de Aviación Militar. Durante dos años el coronel Álvarez Espejo vivió intensamente los primeros pasos de la aviación militar española y el comienzo de su empleo en combate, durante la guerra de Marruecos, ya que no se limitó a labores de inspección, sino que intervino personalmente en 24 acciones de guerra.

El 8 de noviembre fue destinado como segundo Jefe a la Jefatura Superior de Aeronáutica y el 4 de enero de 1928, tras ascender al empelo de General de Brigada, se hizo cargo de la Inspección de Tropas y Servicios de la VII Región Militar hasta el 11 de octubre de ese año, en que pasó a la reserva, siendo ascendido a General de División, atendiendo a su condición de Laureado.

Hablaba a la perfección francés, inglés e italiano, traduciendo con facilidad del alemán, por lo que, durante la I Guerra Mundial, encabezó una comisión española que visitó los campos de prisioneros del Imperio Austro-Húngaro. Marqués de González de Castejón, desde el 2 de noviembre de 1905, le fue concedido el hábito de la Orden de Calatrava el 10 de junio de 1908, y el 4 de junio del año siguiente prestó juramento como Gentilhombre de Cámara en ejercicio, siendo Jefe de la Casa de la infanta Isabel. 


Durante sus últimos años pasó largas temporadas en Borja, donde le sorprendió la Guerra Civil. Durante aquellos años la presencia del marqués de González de Castejón fue habitual en todas las celebraciones patrióticas y actos oficiales.  Lamentablemente, uno de ellos fue el funeral celebrado en la colegiata de Santa María, el 16 de febrero de 1937, por su hijo Ricardo que había sido fusilado en Bilbao el 4 de enero de ese año, tras un duro cautiverio. También tuvo ocasión de demostrar una vez más su valentía, en una acción que protagonizó en los primeros días de la guerra, cuando contaba ya con 71 años de edad.

 


Sus restos reposan en el mausoleo que erigió en el cementerio de Borja, junto a los de su madre, a la que profesó un profundo cariño. En la parte anterior del mismo aparece la Cruz Laureada de San Fernando, junto con otros emblemas y distintivos que analizamos detenidamente en un artículo dedicado a este panteón.


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