El derribo de los restos del castillo que corona la población ha sido una antigua aspiración de los ciudadanos de Borja que la han intentado materializar en varias ocasiones.
Desde que perdiera sus funciones
militares, la inmensa mole de piedra no ha hecho sino provocar problemas. Los
desprendimientos de rocas han sido frecuentes y ya, en el siglo XIX, fue
preciso levantar unos pilares de ladrillo para reforzar su estructura y
construir una zanja en torno a su perímetro para detener las rocas caídas. No
hace muchos años volvió a caer un enorme bloque que ocasionó daños en algunas
viviendas y la instalación de una red ha evitado otros daños.
Es lógico, por lo tanto, que se
intentara solucionar el problema eliminando esa fea protuberancia que afea el
perfil de una ciudad que, en los últimos años, ha intentado mejorar su trama
urbana derribando varios palacios que la afeaban e impedían aparcar coches.
Cuando en 1865 el M.I. Ayuntamiento se
propuso acabar con el castillo, tan loable objetivo encontró la oposición del
arquitecto municipal que hizo ver a los munícipes “el inmenso gasto que
produciría el rebaje total de la roca”. Afortunadamente, ahora la situación es
diferente y las autoridades no se van a detener ante consideraciones semejantes,
dada la bonanza económica por la que atravesamos y la facilidad para conseguir
subvenciones.
Sin embargo, para reforzar la
integración de las muchas personas llegadas de otras partes que hoy forman
parte de la comunidad borjana, se va a recuperar la antigua figura del trabajo
“a vecinal”. Algo que nunca se debió eliminar, pues constituye la más sublime
expresión de la colaboración de los vecinos en una empresa de interés general.
El problema más importante que se han
encontrado es que al vecinal sólo eran convocados los hombres y, en esta época,
esta actitud resultaba evidentemente discriminatoria. Por eso, al derribo del
castillo van a ser llamados todas las personas mayores de 18 años que deberán
acudir el día que les corresponda, de sol a sol, como en los viejos tiempos.
Para que nadie pueda alegar motivos de
enfermedad o incapacidad para el manejo del pico, el derribo se efectuará
removiendo las piedras con medios mecánicos y transportándolas a mano a través
de una cadena humana hasta el camión dispuesto al efecto. Al mismo tiempo, se
irá barriendo la superficie superior con escobas hasta que, poco a poco,
desaparezca todo.
La noticia ha llenado de satisfacción a
todos los que la han conocido, ya que estos trabajos van a constituir un grato
entretenimiento para los vecinos en los próximos años, fomentando al mismo
tiempo la convivencia entre todos y, así mismo, permitirá desmontar ese gran
pendón que, originalmente, mostraba los colores de la corona aragonesa, hasta
que, descoloridos por el sol, terminaron por convertirse en una ruina similar a
la del castillo.
El texto que acabamos de ofrecer, con
ligeras actualizaciones, fue publicado, como “inocentada” el 28 de diciembre de
2011 en este blog. Hubo algunos que se lo creyeron y llegaron a pensar en
trasladar su domicilio a otra localidad, para evitar su participación en tan
loable empresa que, sin embargo, no era cierta.
No obstante, en nuestra opinión, la roca
que llamamos “castillo” terminará por derrumbarse y ese proceso comenzará al
fracturarse por su zona central, sobre el paso de uno a otro lado. Es posible que
lleguemos a verlo… Las fotografías que ofrecemos son antiguas y, en ellas,
aparecen zonas que ya se han derrumbado.
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