La reciente colocación al cuello de nuestra Patrona de una condecoración civil nos ha inducido a analizar la inconveniencia de esa decisión, contextualizándola en el análisis de las numerosas condecoraciones que constituyen el elenco del Derecho Premial español, objeto de revisión en esos momentos, dado que resulta llamativo que, en estos momentos, haya 46 condecoraciones civiles en España, un número muy superior al de otros países de nuestro entorno, aunque entre ellas existe una jerarquía, en cuanto a su importancia y antigüedad.
La más importante
de ellas y, posiblemente, del mundo, es el Toison de Oro, creado por Felipe
III, duque de Borgoña, en 1429, de la que es Gran Maestre S. M. el Rey de
España. De esta orden forman parte un reducidísimo número de personas.
El distintivo
de la misma, el vellocino de oro, lo llevan los varones, colgado del cuello,
mientras que las damas lo usan prendido al pecho, como puede verse en la imagen
de la Princesa de Asturias, la última a la que le fue concedido, siendo la
primera otorgada por su padre a la futura Reina de España.
Le sigue en
importancia la Orden de Carlos III, establecida por ese monarca el 19 de
septiembre de 1771, para premiar a aquellas personas que se hubiesen destacado
especialmente por sus buenas acciones en beneficio de España y la Corona. Desde
su creación, es la más distinguida condecoración civil que puede ser otorgada
en España.
Como todas las
órdenes y condecoraciones tiene diferentes grados, el más importante de los
cuales es el Gran Collar, que se concede a los miembros de la familia real,
Jefes de Estado extranjeros y un reducidísimo número de personas. Recientemente
le fue otorgado a su S.A.R. la Princesa de Asturias, como muestra esta foto. En
la anterior de S. M. el Rey se le puede ver con el Gran Collar al cuello y,
cruzando su pecho, la banda azul con filetes blancos que le es propia.
Otras de sus
categorías son la Gran Cruz, la Encomienda de Número, la Encomienda y la Cruz.
Entre los borjanos que se hicieron acreedores a esta última, hemos encontrado a
D. Vicente Aguilera Pellicer, cuando era concejal y posteriormente Alcalde de
la ciudad entre el 1 de julio de 1887 y el 1 de julio de 1890, aunque posiblemente
hubo alguno más.
La segunda en
importancia es la Orden de Isabel la Católica, instituida por el rey Fernando
VII el 14 de marzo de 1815, para premiar “la lealtad acrisolada y los méritos
contraídos en favor de la prosperidad de los territorios americanos. En la
imagen se ve al Rey con el collar de Gran Maestre y la banda amarilla, con filetes
blancos que le es propia, mientras que, al lado, se muestra la placa de la
misma y la banda, blanca y amarilla, que lucen los poseedores de la Gran Cruz.
Entre las
personas relacionadas con Borja a los que les fue concedida figura D. José María
Otero Navascués, que lleva la placa al pecho, junto con la de Alfonso X el
Sabio, aunque la banda que le cruza el pecho con los colores nacionales
corresponde a la Gran Cruz del Mérito Naval con la que también fue
recompensado.
Entre los
borjanos que formaron parte de la orden se encuentra el Alcalde D. Domingo
Sarría Navarro, que ejerció el cargo entre el 1 de julio de 1879 y el 1 de
julio de 1883, al que le fue concedida la encomienda de la misma.
Era abogado de profesión,
ejerciendo como fiscal en los juzgados de Borja y como Juez Municipal, aunque
también se hizo cargo del Juzgado de Primera Instancia de manera circunstancial
en 1873. Fue, asimismo, Diputado Provincial.
Junto con estas
condecoraciones históricas, a lo largo del siglo XX fueron surgiendo un elevado
número de distinciones “departamentales, propias de los diferentes ministerios,
entre los que se encuentra la de Alfonso X el Sabio, creada por Decreto de 11
de abril de 1939, para premiar los méritos contraídos en los campos de la
educación, la ciencia, la cultura, la docencia y la investigación.
En su categoría
de Encomienda, se lleva pendiente del cuello con una cinta de color rojo, el
mismo que la banda de la Gran Cruz, con la que había sido recompensado D. José
María Otero Navascués. En posesión de la encomienda estuvo D. Carlos Sánchez
del Río, como se aprecia en el retrato que le hizo José Pasamar y que,
actualmente, puede verse en el Salón de Actos de la Casa de Aguilar.
Con la
categoría de Cruz, suelen ser premiados muchos docentes y otras personas
relacionadas con el mundo de la Cultura, que, en este caso, la llevan pendiente
de una cinta roja, con pasador del mismo color, como muestra esta imagen.
Llegados a este
punto, conviene preguntarse cuál era la categoría de la distinción concedida al
donante de la Cruz que ahora lleva nuestra Patrona. Prendida al cuello con
cinta roja, equivaldría a la Encomienda, pero realmente fue esa la otorgada o fue
la Cruz.
En cualquier
caso, no pueden hacer uso de una condecoración, aquellos a quienes no les ha
sido concedida y, desde luego, no es el caso de la Virgen de la Peana que, en
nada se ve favorecida por una distinción de segundo orden, cuando además las
imágenes religiosas no son objeto de las mismas.
Este despropósito
sólo tiene parangón con el caso documentado en Magallón, donde la imagen de Cristo
con la Cruz a cuestas, Patrón de la villa, llegó a llevar prendida de su túnica
la Cruz de Hierro de 2ª Clase, una condecoración alemana, creada en 1813 por el
rey de Prusia Federico Guillermo III, con la que se recompensaba el valor
militar en el campo de batalla, por lo que únicamente se concedía en tiempo de
guerra.
De sus distintas categorías, la de
2ª era la inferior, y durante la II Guerra Mundial se llegaron a conceder tres
millones de condecoraciones. Probablemente, una de ellas recayó en un soldado
de Magallón que perteneció a la División Azul, el cual la donó al Patrón de su
localidad natal.
En estos casos, hay que presumir la
buena voluntad de los donantes, pero ello no obsta para que se imponga el buen
criterio y se eviten casos como los comentados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario