Es conocida nuestra postura contraria a los espectáculos taurinos en las vías públicas, por considerar que, para ellos, existen las plazas (portátiles o fijas) específicamente destinadas a ese cometido.
Por otra parte,
durante el tiempo en el que las vacas permanecen en las calles, se impide el
acceso o la salida, de los que residen en ellas, de sus viviendas. En el caso actual
de Borja se trata de una única calle en la que, además de casas habitadas y
locales comerciales, se da la circunstancia de que existe un lugar de culto.
Sin embargo,
hay personas defensoras de estos espectáculos que, además, entrañan un peligro
para los que participan en ellos o, incluso, para personas ajenas a ellos, como
lo demuestran recientes percances de gravedad acaecidos en varias localidades.
Nos han
remitido imágenes de uno de esos festejos que han tenido como escenario la
plaza de Santo Domingo. No estuvimos allí, pero, a través de las fotografías,
hemos podido constatar que la presencia de público, en las barreras y en las
tribunas preparadas al efecto, no es demasiado numerosa.
Quizás no se sientan
demasiado atraído por los cites a la vaquilla con una improvisada muleta desde
la barrera (el capote lo porta el director de lidia, cuya presencia es
obligatoria). Otro lance muy interesante
es de lograr que el animal suba al tablado que protege a la fuente. Claro es
que recordamos épocas ya lejanas en las que se hacía subir a las vacas al
primer piso de una vivienda y llegamos a ver, en una localidad próxima, a una
de las reses en el balcón de un centro recreativo, mientras se le hacía beber
cerveza. Afortunadamente, las leyes contra el maltrato animal impedirían ahora
esos desmanes, pero cabe preguntarse cuáles son los límites de esa legislación…
Por ejemplo,
cuando unos ilustres visitantes portugueses presenciaron el espectáculo del
Toro de Ronda, se sorprendieron al ver al animal con fuego en su cornamenta y
llegaron a interrogar al ganadero acerca del posible sufrimiento que se le
provocaba a la res. Supuestamente les tranquilizo afirmando que estaban acostumbradas
a eso…
También les
llamó la atención el trotar del toro por una desierta calle Moncayo, en la que
lo único que acaecía era que, desde algún balcón, citaban a la res con un trapo
colgando de una larga cuerda. En broma, les comentamos que el mayor peligro era
para el joven que levantaba la puerta del camión en el que había viajado el
toro, dado que al permanecer sobre el techo del vehículo, cuando este retiraba,
se veía sometido a los botes que daba al atravesar los badenes instalados en la
calle.
De todas
formas, aunque la calle Moncayo permanece desierta, en la plaza de Santo
Domingo se congregan muchas personas cada noche, desde luego más que en el
espectáculo matutino del que hemos ofrecido las anteriores fotografías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario