La “Tira de Supermaño” que cada día inserta Alberto Calvo en Heraldo de Aragón, hacía referencia ayer al abandono de nuestros cascos históricos y, por consiguiente, a la destrucción de nuestro Patrimonio, un problema generalizado que se acrecienta día a día.
El Patrimonio
constituye la seña de identidad de cualquier localidad, de manera que su
pérdida representa algo irrecuperable y conduce, en el mejor de los casos, a
igualarnos a todos en la vulgaridad.
La falta de planes
específicos y de inversiones adecuadas ha conducido a la ruina de muchos
edificios que constituían la trama urbana de esos espacios. La solución de
derribarlos “para evitar peligros” sólo conduce a convertir nuestras localidades
en un inmenso solar.
Pero, además, esos
derribos se realizan, en la mayoría de las ocasiones, sin un imprescindible
estudio arqueológico e histórico, de manera que en ellos desaparecen elementos
de interés. En su momento, llamamos la atención sobre las ménsulas aparecidas
en la calle San Juan Baja y, en este caso, mostramos una imagen de la calle de
San Bartolomé en la que ha quedado al descubierto un gran arco rebajado que nos
ha sorprendido por sus dimensiones.
Esa falta de
cuidado se pone de manifiesto en detalles tales como la existencia de tendidos
eléctricos provenientes de edificios históricos, que sirven para alimentar el
alumbrado público de espacios próximos.
Aunque, en
algunas localidades, existen desgravaciones en la concesión de licencias para
la rehabilitación de edificios ubicados en los cascos históricos, no son
suficientes para despertar el interés de sus propietarios que, en muchos casos,
prefieren abandonarlos. Por ello, consideramos necesarios arbitrar otros
procedimientos en forma de subvenciones o mediante la iniciativa pública, antes
de que sea demasiado tarde ¿O ya lo es?
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