La
historia de Novillas está ligada, inicialmente, a la de Mallén, ya que, tras la
Reconquista, la Orden del Temple y la Orden del Hospital recibieron
conjuntamente ambas localidades. Fue hacia 1149 cuando alcanzaron un acuerdo,
en virtud del cual la Orden del Hospital se quedó con Mallén, mientras que la
del Temple se hizo con la posesión plena de Novillas, que se convirtió en
cabeza de una de sus encomiendas. La historia de la misma fue objeto de un
importante trabajo de la Profª Dª Ana Isabel Lapeña, publicado en Cuadernos de
Estudios Borjanos III. Tras la extinción de esta orden en 1312, Novillas fue
entregado a la Orden de San Juan de Jerusalén (hospitalarios) que la convirtió
también en cabeza de una encomienda y la conservó en su poder hasta el siglo
XIX. Sin embargo, hallazgos recientes han venido a resaltar su importancia
durante la dominación musulmana que, hasta el momento había pasado
desapercibido.
Uno
de esos testimonios a los que acabamos de hacer referencia es el hallazgo
efectuado por El descubrimiento más reciente corresponde a los muros de un torreón de sillares almohadillados, encontrados
por Manuel Giménez Aperte y Luis Zueco Giménez, en el interior de un almacén, y
que por sus características, similares a los existentes en otros lugares del
valle, parece corresponder a un torreón islámico que formaba parte de un
recinto amurallado de dimensiones desproporcionadas para las características de
la localidad.
Tras
la Reconquista, los templarios levantaron un castillo, del que se conservan restos importantes tras la casa
conventual, en la parte que se abre al río Ebro, cuyo objetivo sería la
protección del vado existente en ese lugar que, por otra parte, estaba situado
en los confines del reino, junto a la frontera con Navarra.
Pero
la arquitectura militar está representada, también, en Novillas por uno de los
escasos ejemplos de fuertes fusileros
construidos en Aragón, durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1875), con la
función de impedir el paso del río a las fuerzas carlistas que, procedentes de
Navarra, amenazaba Aragón.
Corresponde
a Alfonso Zapater el mérito de haberlo dado a conocer, por vez primera, y de él
se hizo eco, más tarde, Cristóbal Guitart, pero fue el artículo de María
Fernanda Blasco, publicado en Cuadernos
de Estudios Borjanos, el primer trabajo especializado sobre el mismo y el
que, en definitiva, contribuyó a su recuperación.
Edificado
con sillares de arenisca y sillarejos de piedra, es de planta cuadrangular y
dispone en dos de sus ángulos de torres de planta semicircular. El perímetro
del mismo es de unos 75 metros y dispone de una única puerta de acceso. A lo
largo de sus muros se abren aspilleras para su defensa que estuvo encomendada a
la Octava Compañía del Batallón de Zaragoza.
Tras
su abandono, fue destinado a usos agrícolas y ganaderos hasta que el
ayuntamiento de Novillas acometió su rehabilitación, destinándolo a usos
culturales.
Sobre
el lugar donde, en la actualidad se levanta la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza existió un
antiguo templo románico, cuya existencia se conocía porque algunos de sus
elementos fueron reaprovechados en la fábrica de la actual iglesia, pero fue
durante los trabajos de realización del inventario del Patrimonio Artístico
Religioso, en 2001, cuando se pudo dar a conocer los restos de un ábside semicircular
existente en un almacén contiguo a la iglesia. Poco después, con motivo de las
obras de pavimentación de la plaza, se encontró la planta de la primitiva
parroquia que resultó ser un templo de tres naves, con otros tantos ábsides
semicirculares en su cabecera, todo el de piedra y con decoración en molduras
ajedrezadas.
En
el siglo XV este templo se encontraba en estado ruinoso, teniendo que celebrar
en culto en una de sus naves que fue objeto de algunas reparaciones.
Finalmente,
en la segunda mitad del siglo XVIII, el comendador de la Orden de San Juan
decidió levantar el actual templo, junto al anterior.
Se
trata de un edificio de estilo neoclásico, de planta cuadrada, dividida en tres
naves de tres tramos cada una, con cuatro grandes pilares cruciformes con
capitel corintio. Cada tramo se cubre con bóvedas de arista, salvo el central
que lo hace con con una bóveda de forma octogonal con trompas aveneradas y, en
cuya clave, se encuentra la cruz de ocho puntas de la orden. No tiene capillas,
salvo la existente a los pies de la nave central que sobresale de la planta.
El
acceso se realiza por una portada en arco de medio punto entre pilastras
toscanas y se remata con un campanil lateral. Toda la fábrica del templo es de
mampuesto, con restos reaprovechados de la antigua iglesia románica.
En
la actualidad, el monumento está en proceso de rehabilitación y, durante las
obras, se ha podido constatar que la mayor parte de su fábrica se realizó con
los sillares del templo románico.
Otro
monumento destacado es la antigua casa
conventual, la cual responde a las características tipológicas de otros
edificios de esta zona.
Su
fachada principal, de ladrillo visto, consta de tres plantas que se resuelven
mediante arcos carpaneles. La falta de espacio impidió que los mismos doblaran
su número desde la planta baja a la superior como ocurre, por ejemplo, en la
casa conventual de Ambel. Aquí son tres los arcos existentes en la planta baja,
los mismos que en la planta noble, mientras que en la superior son seis. Por
otra parte, tanto los de la planta inferior como los de la primera se
encuentran enmarcados por pilastras toscanas que discurren en altura por toda
la fachada hasta enlazar con la galería superior, separada por una línea de
imposta volada.
La
fachada posterior, más espectacular, se abre hacia el río con características
similares a la principal. Este cuerpo central está enmarcado por otros dos
perpendiculares, en el extremo de uno de los cuales se encuentran los restos
del antiguo castillo.
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