Acabamos
de recibir un libro editado por el Centro de Estudios Turiasonenses que lleva
por título Tiempo de Grafitti. Los
calabozos del Palacio Episcopal de Tarazona (s. XVIII-XIX), del que es
autor José Ángel García Serrano.
En
él se analizan los grafitti
conservados en las paredes de las que fuera cárcel del obispado, donde en la
actualidad tiene su sede ese Centro.
La
obra viene a poner de manifiesto el interés de estas inscripciones que
realizaban los presos, durante su reclusión, las cuales aportan, en ocasiones,
datos muy valiosos para el conocimiento de la época. De hecho, esta opinión ha
sido compartida por nosotros que, en diversas ocasiones, hemos recogido en este
blog noticias de algunos hallazgos recientes, como el del barco encontrado por
Alberto Aguilera y Ramiro Adiego en la torre de la iglesia parroquial de
Bulbuente. También hemos hecho alusión a estas manifestaciones en algunas obras
que el autor cita expresamente.
Por
otra parte, el interés del Centro de Estudios Turiasonenses por este tema ha
sido una constante en su trayectoria y, ya en 2000, Javier Bona publicó una
reseña en Heraldo de Aragón, sobre el inventario que, en aquellos momentos,
estaban realizando.
En
ella, se hacía mención expresa a este grafito en el que se lee: “Año 1762.
Vicente Sanmartín y Moncayo, músico de Borja”. A raíz de esa noticia, incluimos
en nuestro Diccionario Biográfico, una referencia en la voz dedicada a ese
músico, nacido en nuestra ciudad en la primera mitad del siglo XVIII que, desde
temprana edad, estuvo vinculado a la capilla de música de la colegial, cuyo
cabildo le ayudó ante las dificultades por las que atravesó la familia, tras la
muerte del padre.
Llegó
a ser bajonista titular de dicha capilla hasta que, en 1762, fue despedido a
raíz del problema que se planteó por haber pernoctado fuera de Borja, sin la
debida autorización, un requisito imprescindible para los músicos que querían
ausentarse de la ciudad. Lo curioso es que, cuando se convocó oposición para
cubrir la plaza, el tribunal se la concedió a él, al haber superado en
puntuación al otro aspirante. Algunos canónigos impugnaron esa resolución y fue
el propio obispo de Tarazona quien medió a su favor y obligó a que tomara
posesión de esa plaza que había vuelto a ganar limpiamente. A partir de ese
momento, continuó en la capilla de música hasta su muerte en 1779.
A
la vista de lo señalado, es posible que, cuando se ausentó sin permiso en 1762,
fuera condenado a algunos días de prisión que, por ser una pena eclesiástica,
se cumplía en la cárcel del obispado. No debió permanecer mucho tiempo, pues
como hemos visto, fue despedido poco después, pero de su permanencia en los
calabozos dejó constancia en la inscripción que estamos comentando, al hilo de
esta nueva publicación del Centro de Estudios Turiasonenses.
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