En
el último artículo sobre el convento de la Concepción que tanto interés viene
despertando, hacíamos referencia a las imágenes de bulto existentes en su
iglesia. Hoy comentaremos los lienzos que allí se encuentran, advirtiendo que
no disponemos de datos sobre su autoría por lo que, por el momento, debemos
limitarnos a un mero análisis de su iconografía.
En
primer lugar, debemos señalar que, a ambos lados del presbisterio, existen dos
obras de características similares y, sin duda, de un mismo autor. En la
situada a la izquierda está representada la Anunciación. La Virgen está
arrodillada y en oración, teniendo a su lado un mueble sobre el que reposa un
libro, el único detalle que nos sitúa en el contexto doméstico en el que se
produjo el hecho, pues el conjunto está planteado como una glorificación del
mismo; de ahí, los ángeles que rodean la figura de la Virgen. El arcángel San Gabriel que, como enviado de
Dios, va a transmitirle la noticia de que va a ser Madre del Salvador, porta en
su mano izquierda una azucena, símbolo de la pureza, mientras que con la
derecha señala hacia el cielo del que desciende el Espíritu Santo, en forma de
paloma.
A
la derecha, y frente a él, está representado el Nacimiento. La escena reproduce
el momento en el que el Niño es adorado por los Pastores, en presencia de San
José y la Virgen, mientras sobre la misma una serie de pequeños ángeles portan
una filacteria en la que, en latín, aparece escrita la frase “Gloria a Dios en
las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”, la misma que entonaron los
coros angélicos en el instante en que dieron a conocer la Buena Nueva a
aquellos humildes hombres que apacentaban sus rebaños. En este caso, se ha
introducido una figura femenina que cobra especial protagonismo y le está
ofreciendo una vasija, a manera de ánfora. No falta la mula que, con su aliento
da calor al Niño y el buey que aparece en primer término. Llama la atención el
juego de luces, a partir de la figura central, aunque todo el conjunto adolece
de cierta tosquedad.
Probablemente,
son del mismo autor los dos grandes lienzos existentes en el crucero. En el de
la derecha, está representada la Circuncisión del Señor. María sostiene en sus
brazos al Niño, mientras el sacerdote, tocado con tiara y revestido con capa
pluvial, procede a realizar la intervención a la que todo varón judío debía
someterse. Le acompañan dos asistentes, portando cirios y con vestiduras que se
aproximan más a las propias de las celebraciones litúrgicas cristianas que a
las de la religión judía. A la derecha, puede verse el portal de Belén y a San
José que asiste a la escena.
En
la parte superior, pueden verse a varios ángeles que sobrevuelan el lugar y, a
la derecha, el arcángel San Miguel que lleva en su mano un sol radiante con el
anagrama “IHS” en su centro, un detalle poco frecuente en la iconografía de
este pasaje evangélico.
En
el lienzo situado enfrente se representa la Adoración de los Magos. El Niño
aparece sobre las rodillas de su Madre, en actitud de bendecir, recibiendo el
homenaje de Melchor. Un criado situado detrás porta en una bandeja la corona de
oro de la que se ha despojado, mientras que Gaspar y Baltasar, coronados, se
disponen a hacer entrega de los recipientes que contienen el incienso y la
mirra. Al fondo, se distingue el resto del séquito, encabezado por dos camellos
de largo cuello que no guardan demasiado parecido con la realidad.
Sobre
las embocaduras de los arcos que dan acceso a las naves laterales, se
dispusieron enmarcados unos lienzos, probablemente reaprovechados que, en su
origen, eran tres a cada lado.
En
el lado izquierdo, el más próximo al presbiterio corresponde a una
representación de la Inmaculada Concepción que tiene a sus pies el globo
terráqueo, aunque no aparece la imagen de la serpiente que suele ser habitual.
Esta orlado de flores como el resto de estos lienzos.
En
el siguiente, aparece San Miguel alanceando al demonio, representado con largas
manos y uñas, a manera de garras, y al que el arcángel sujeta con cadena de
hierro, mientras le hiere en el hombro derecho.
El
más próximo al coro es el lienzo que representa a San Antonio de Padua,
vistiendo el hábito franciscano. Con su brazo derecho sostiene al Niño,
mientras que en la mano izquierda lleva el ramo de azucenas, otro de sus
atributos personales.
En
el lado derecho de la nave, el más próximo al crucero, es el que representa a
San José, que lleva la vara florida y es acompañado por el Niño. La escena de
enmarca en un paisaje de cierto interés, iluminado por un rayo de luz,
procedente del cielo.
En
el siguiente tramo aparece San Francisco de Asís en el momento en el que,
cuando se encontraba en oración a las afueras de la población, tuvo la visión
de un serafín, sufriendo la estigmatización de las cinco llagas de Cristo que,
en la imagen aparecen ya representadas en las manos, los pies y el costado derecho.
Como ya comentamos en el artículo anterior el tercer lienzo de este lado fue
retirado para instalar el órgano a comienzos del siglo XX.
En
las naves laterales hay también otros lienzos. Los que aparecen aquí son los de
la nave lateral izquierda y se encuentran a continuación de la capilla de Santa Beatriz de Silva.
Uno
de ellos es esta Natividad, de mayor calidad artística que la comentada
anteriormente. También corresponde al momento de la adoración de los pastores y
llama la atención la dulzura de la expresión de Maria, así como la serenidad
con la que ha sido representada la faz de San José.
En
el otro aparece la imagen de la Virgen de los Dolores, con el corazón
traspasado por una espada, de rodillas ante el cuerpo yacente de su Hijo y
flanqueada por dos ángeles, uno de los cuales porta la corona de espinas.
Finalmente,
en el tramo central de la nave lateral derecha se encuentra este lienzo que
representa el milagro acaecido el 15 de septiembre de 1530, en la localidad
italiana de Soriano. En la noche de ese día, la Virgen María, acompañada de
Santa Catalina de Alejandría y de Santa María Magdalena, se le apareció a fray
Lorenzo de la Grotteria, sacristán de un humilde convento dominico existente en
esa localidad, y le hizo entrega de un lienzo que representaba a Santo Domingo
de Guzmán, por cuya intercesión comenzaron a realizarse, desde ese momento,
numerosos milagros. En el cuadro del convento de la Concepción aparece el
fraile arrodillado, recibiendo la imagen del fundador de la orden, que sostiene
Santa Catalina, en presencia de la Virgen que
tiene a su lado a Santa María Magdalena, identificable por el pomo que
lleva en su mano. Con seguridad, procede del convento de dominicos de Borja,
pues era habitual la presencia de esta escena en muchos conventos de la Orden
de Predicadores.
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