La
historia de El Pozuelo de Aragón está unida a la del monasterio de Veruela a
quien, en 1181, Alfonso II donó una granja existente en ese lugar. El 27 de
mayo de 1245, el abad del Veruela, Bernardo, otorgó carta puebla a quienes
quisieran ir a residir allí, siendo el origen de la localidad que continuó en
poder del monasterio hasta la extinción del régimen señorial, en el siglo XIX.
El
monumento más destacado es la Iglesia
Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, levantado en el solar de un
templo anterior, del que no nos han quedado testimonios pero que se encontraba
en muy mal estado cuando el abad D. Lope
Marco, tomó la decisión de edificar una nueva iglesia.
Las
obras fueron encomendadas al maestro Charles de Mendibe, en 1545, quien las
llevó a cabo en un breve espacio de tiempo, pues la nueva iglesia fue
consagrada el 9 de junio de 1546. Sin embargo, muy pronto se plantearon
problemas estructurales y fue preciso cerrarla al culto, haciéndose cargo de la
reforma los maestros Lope el Chacho y Pedro de Ocáriz, que tuvieron que
derribar la cubierta, recrecerla y construir una nueva bóveda. El aspecto
actual es, por lo tanto, fruto de esas dos fases constructivas.
Levantada
en mampuesto con contrafuertes de ladrillo, es de planta rectangular con una
sola nave y cabecera poligonal. El retablo mayor ha sido recientemente restaurado.
Además del presbiterio,
tiene dos tramos y el coro a los pies, cuyo piso plano está soportado por dos
columnas toscanas de piedra, con canetes de madera sobre los que corre una viga
de madera.
Inicialmente, disponía
de capillas laterales, tres en el lado norte y dos en el sur, que se abrían en
arcos de medio punto y estaban comunicadas entre sí. Posteriormente, el espacio
de algunas de las capillas fue dividido por medio de un muro y, en la
actualidad, existen cuatro en el lado norte y tres en el sur, abiertas también a
la nave por arcos de medio punto.
Sobre su embocadura discurre un sencillo
entablamento de friso liso a la altura del arranque de las bóvedas que son de
crucería estrellada con hermosas claves decoradas con las armas del abad Lope
Marco y su predecesor el arzobispo D. Hernando de Aragón que fue el que
consagró el templo.
La torre se levanta a los pies del muro sur y está
formada por dos cuerpos. El inferior, de planta cuadrangular, tiene las mismas
características constructivas que el resto del edificio. Sobre él se levanta un
cuerpo de ladrillo, de planta cuadrangular, aunque de menor tamaño. Tiene un
vano de medio punto en cada uno de sus lados, donde se sitúan las campanas.
Bajo ellos, un friso de ladrillo en rombos, de tradición mudéjar.
La portada es una sencilla puerta situada en el
lado sur, en arco de medio punto en el que se abre la puerta de madera
adintelada. Sobre ella, una hornacina con una imagen de la Inmaculada
Concepción.
En las afueras de la población se encuentra la
ermita de Santa Ana, patrona de la localidad, construida a finales del siglo XV
o comienzos del XVI.
Es un edificio de
tradición gótica que, inicialmente, tuvo una nave única de cuatro tramos y
cabecera recta, con contrafuertes exteriores. Sus tres arcos diafragma
apuntados soportan una cubierta a dos aguas que, originalmente, debió de ser de
madera, aunque posteriormente se rehízo en yeso.
En el siglo XVIII, se le añadió otra nave en el lado
sur que se extiende por los tres primeros tramos de la primitiva.
La ermita muestra un exterior muy alterado, ya que
ha sido enlucido y pintado en diversos colores. Tanto en el testero como en el
hastial se levantaron unos muros con remate escalonado y espadaña sencilla en
la cabecera. Por otra parte, dispone de unos vanos modernos con reja y una
puerta adintelada. Todo ello, enmascara la construcción original,
proporcionando una imagen de edificio de reciente construcción.
En 1999, el Centro de Estudios Borjanos publicó el
inventario del Patrimonio Artístico de estos templos, realizado por José Carlos
Sancho Bas y Pedro Luis Hernando Sebastián. Además, el pilar de San Antón,
existente en la plaza y uno de los elementos más destacados de la localidad,
fue estudiado en la obra Pilares votivos,
de Manuel Gracia Rivas y Pedro Domínguez Barrios, que publicamos en 2011 y al
que, recientemente, hemos dedicado otro artículo en este blog.
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