Hace
unas semanas comentamos el retablo de San José existente en este templo. Ahora,
aprovechando la Semana Santa, queremos hacerlo con el situado en la capilla
señalada, enfrente de la de San José, y dedicado a la Virgen de los Dolores.
Se
trata de una obra interesante, encargada el mismo año que el retablo de San
José. Sin embargo, mientras este último es de estilo barroco y, como ya
indicamos, probablemente fue la primera obra de este estilo introducida en
Borja, el de la Dolorosa sigue, todavía, la tradición manierista.
Tiene
tres calles, entre columnas de fuste estriado y capiteles corintios, que se
disponen sobre un banco, estando rematado el conjunto con un ático. Ha sufrido
diversos repintes e, incluso, daños producidos por las velas pero reúne una
serie de elementos que merece la pena destacar.
Lo
primero que llama la atención en él es el lienzo central que difiere
notablemente del resto del conjunto, siendo de factura mucho más moderna y de distinta calidad.
Se
venía afirmando que el lienzo original fue vendido, siendo reemplazado por el
ahora existente. Pero, durante la realización del inventario de la iglesia,
hemos podido constatar que fue utilizado un soporte antiguo, a través del cual
parece adivinarse la existencia de una pintura que podría ser la primitiva.
Estaríamos, por lo tanto, ante un caso de repinte, realizado en el primer
tercio del siglo XX, sobre la primera obra. En uno y otro caso, se trataría de
la imagen de la Virgen de los Dolores, con las manos entrelazadas y expresión
de pena ante la muerte de su Hijo. En estos momentos, estamos pendientes de las
catas que deben realizar técnicos especializados para verificar esta hipótesis.
En
la calle izquierda está representada María Magdalena, que se identifica por el
vaso de perfumes que tiene en la parte inferior derecha. Es una mujer joven,
con nimbo de santidad en la cabeza y larga cabellera rubia que cae por sus
hombros. Viste túnica violeta y un manto amarillo con las vueltas rojas,
prendido con un rico broche. Su mirada se dirige hacia la Cruz, mientras
sostiene en su mano derecha un pañuelo orlado de encajes. El lienzo presenta
los deterioros provocados por la proximidad de un cirio que fueron toscamente
reparados.
En
la calle derecha y en actitud similar a la anterior, se encuentra San Juan
Evangelista. El conjunto recrea los personajes que estuvieron presentes en el
Calvario, en el momento de la muerte de Cristo. Su madre, transida de dolor,
que ocupa el lugar central; el discípulo amado que la acompañaba y se hizo
cargo de Ella; y María Magdalena, la primera persona a la que se hizo presente,
tras su gloriosa Resurrección.
En
este sentido, el lienzo del ático no es un Calvario más que sigue la tradición
de este tipo de obras, sino el elemento vertebrador del programa iconográfico.
Por este motivo aparece Cristo solo, clavado en la Cruz y con una bella
panorámica idealizada de la ciudad de Jerusalén. Densos nubarrones cubren el
cielo, mientras que, a través de un claro, se aprecia el sol oscurecido por la
luna, en lo que, sin duda, pretende ser la representación de un eclipse. Al pie
de la cruz, un hueso largo y una calavera, en alusión al nombre del monte,
Gólgota, que significa “calavera” y donde, según una antigua tradición se
encuentra enterrado Adán, dando sentido perfecto, de esta manera, al misterio
de la Redención.
En
las basas de las columnas, y de izquierda a derecha, aparecen Santa Teresa de
Jesús, vistiendo el hábito de la Orden del Carmen; El Ecce Homo: Jesús con la Cruz a cuestas; y San Bernardo con hábito
blanco, báculo y mitra a los pies. La
presencia del Ecce Homo y de Cristo
con la Cruz a cuestas se inscribe dentro del programa del retablo. Los dos
santos que les acompañan pueden responder al deseo de la donante que fue una dama zaragozana que quiso permanecer en el anonimato.
En
la parte central del banco se encuentran tres escenas relacionadas con la
Pasión. En la central está representado el cuerpo yacente de Cristo, teniendo a
un lado la Corona de Espinas. Al fondo las tres cruces del Calvario y la
silueta de la ciudad de Jerusalén.
A
la izquierda de ella, la Oración en el huerto de los olivos. Cristo arrodillado
recibe la visita del ángel que le conforta, abrazado a la Cruz, mientras le
ofrece el cáliz que ha de beber.
A
la derecha, la Flagelación. Cristo es encadenado a una columna por un sayón,
mientras que un soldado situado detrás se dispone a azotarlo. Todas estas obras
se encuentran en muy deficiente estado y son difícilmente reconocibles al
natural. En este sentido, el trabajo de Enrique Lacleta que realizó el
reportaje nos permite apreciar algunos detalles que pasan desapercibidos.
Aún
son más difíciles de apreciar los símbolos de la Pasión, las “Arma Christi”,
que figuran en el entablamento y, entre las que se encuentran: el INRI del
cartel que fue colocado en la Cruz; la columna a la que fue atado; la escalera;
el paño que enjugó su rostro; la lanza que le atravesó el costado; la caña con
la esponja empapada en vinagre que le ofrecieron; el puño que le golpeó; los
dados con los que sortearon sus vestiduras; el flagelo con el que lo azotaron;
la bolsa con la monedas que pagaron a Judas etc.
Finalmente,
debemos hacer alusión al frontal del altar en cuyo centro aparece el Corazón de
María con las siete espadas que recuerdan los Siete Dolores que padeció durante
la vida de su Hijo.
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