Es
bien conocida nuestra oposición a los llamados “espectáculos taurinos” en las
calles, dado que siempre hemos considerado que el ámbito adecuado para los
mismos son las plazas especialmente habilitadas para este fin, bien con
carácter estable como portátil. Además de ser mucho más vistosos, ofrecen mayor
comodidad para que las personas interesadas en ellos puedan contemplarlos, sin
ocasionar molestias innecesarias al resto de los ciudadanos.
Además,
en el caso de Borja, la supuesta “tradición” de los mismos es muy relativa. En
otras ocasiones hemos comentado que los encierros cobraron carta de naturaleza
a partir de 1955, con la particularidad de que, en los primeros años, tenían
lugar al estilo de Pamplona. Las vacas salían del corral situado en la calle
Mayor para ser conducidas hasta los de la plaza de San Francisco, siendo
retiradas las vallas inmediatamente después del paso del ganado. En el caso de
los “toros de ronda” la costumbre es aún más reciente, pues los primeros
documentados tuvieron lugar en 1987.
Pero
el motivo de este comentario es el de llamar la atención sobre las
consecuencias que tiene la instalación de los vallados. Concretamente, el
pasado jueves una persona discapacitada llegó a Borja, viéndose impedida de
entrar en su domicilio, debido a que el acceso a la casa se encontraba cerrado
por una de las vallas. Tuvo que intervenir la Policía Local para elevarla sobre
el mismo, junto con el equipaje, lo cual es de agradecer.
Transcurridos
varios días desde la finalización de las fiestas los obstáculos permanecen,
siendo preciso sacarla, en las contadas ocasiones que para efectuar la compra
debe hacerlo, con la ayuda de unas escaleras, a pesar de que ya solicitó su
retirada en el Ayuntamiento. Quien le atendió, adujo que siempre había habido
una valla en ese lugar, lo cual es cierto. Pero lo que no explicó es que,
anteriormente, los laterales de la misma eran practicables, cosa ahora
imposible por ser fijos.
No es
la primera vez que ocurre, aunque el año pasado la valla fue retirada tan
pronto como lo solicitó. En esta ocasión, un miembro de la Brigada Municipal intentó retirar uno de los laterales metálicos, en la tarde del viernes y en la mañana de ayer sábado, sin conseguirlo. Esperamos que el problema se resuelva con celeridad,
pues no tiene sentido hablar de una “ciudad accesible”, cuando uno de sus
vecinos encuentra graves dificultades para algo tan elemental como entrar y
salir de su casa. No queremos incidir en otra consecuencia de esta situación,
como la contusión sufrida por otro anciano cuando intentó auxiliar a la
discapacitada, ya que saltar esa valla puede ser muy sencillo para personas
jóvenes, pero no lo es cuando el paso de los años causa estragos en las de más
edad.
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