Ayer
pudimos fotografiar a un peregrino que transitaba por las calles de nuestra
ciudad, en dirección a Santiago de Compostela o de regreso de la tumba del
Apóstol, dado que llevaba la tradicional concha de vieira prendida en la parte
posterior de su mochila.
Por
nuestra término municipal pasa el Camino Jacobeo del Ebro que, partiendo de
Tortosa, discurre por el antiguo camino real, por la margen derecha del río,
pasando por la Fuempudia, Siete Cabezos, la ermita de San Sebastián de la
Loteta, en Magallón, para cruzar después por el camino de Porroyo, en dirección
a Navarra. Este tramo fue señalizado hace algunos años, aunque los mojones
están bastante deteriorados.
Posteriormente,
ha surgido el llamado camino castellano-aragonés que es el que ahora se quiere
publicitar, aunque el auténtico es el otro, si bien todos los caminos conducen
a Roma o a Santiago.
Ni uno
ni otro son muy concurridos, aunque cuando se restauró la iglesia de San
Miguel, donde ahora se encuentra el Museo Arqueológico, apareció una tumba en
la que el cadáver llevaba una concha, señal inequívoca de que era o había sido
un peregrino. Este importante testimonio histórico desapareció, o mejor aún no
llegó a ser entregado a quienes debían conservarlo, pero al menos se tiene
constancia de ello. Por otra parte, es bien conocido el hecho de que en la Casa de las Conchas (curiosa denominación, al igual que la de la calle de San Jaime) existió un hospital de peregrinos, fundado por la condesa de Castellflorit, donde se les proporcionaba asistencia.
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