El 8
de abril de 2017 publicamos un artículo en el que hacíamos referencia a la
posición adoptada en el pasado por la ciudad de Borja, en torno a las vaquillas
o capeas en las calles.
Hacíamos
referencia a las numerosas disposiciones relacionadas con este tipo de
espectáculos taurinos. En concreto, la Real Orden de 13 de noviembre de 1900,
publicada en la Gaceta de Madrid de
15 de noviembre de 1900, prohibiendo correr las vaquillas en libertad y toros
encordados y alquitranados. La Real Orden de 5 de febrero de 1908 reiterando
esa prohibición y la Real Orden de 24 de
junio de 1915 en el mismo sentido que dio lugar a un acuerdo del Ayuntamiento
de Borja que tuvo un gran eco.
Aires del Moncayo, en su edición del 18
de julio de 1915, insertaba un artículo titulado “Acuerdos que honran” en el
que afirmaba: “Nuestro Ayuntamiento,
dando una prueba de Cultura, y haciéndose intérprete de la mayoría de la
población, acordó felicitar al Gobierno por sus enérgicas disposiciones para
acabar con el bochornoso y bárbaro espectáculo de las capeas. El acuerdo ha
sido acogido con manifiesta simpatía por la España culta y el nombre de Borja
figura en los comentarios honrosos de la prensa que circular”.
Porque,
efectivamente, entre otros medios de comunicación, Heraldo de Aragón había publicado un extenso artículo en el que,
con el título de “Aragón enaltecido” criticaba con dureza a las capeas,
dedicando calurosos elogios a nuestra ciudad:
“Frente a los pueblos exaltados que se
amotinan pidiendo la capea mientras abandonan al maestro, se yergue la muy
noble ciudad de Borja, no solo aceptando la prohibición del vituperable
espectáculo, sino aplaudiéndola y felicitando por dictarla al gobernador civil.
Y semejante rasgo de Cultura, de buen
sentido y de humanidad, cristalizado en un acuerdo de aquel Ayuntamiento,
merece entusiástico parabién.
Con él, Borja acaba de rendir un
homenaje al buen nombre de Aragón. Aunque, fuera del radio regional, se hace
justicia a excelsas cualidades que destacan en nuestra historia, no suele ser
la indulgencia preponderante cuando se falla sobre nuestra exquisitez
espiritual. Es, por tanto, conveniente que emerja de la entraña aragonesa una
nota consoladora que pone muy arriba timbres honrosos para nuestra fama”.
Era
entonces Alcalde de Borja D. Rodolfo Araus Chíes, elegido formando parte de una
candidatura progresista. Volvió a serlo en 1920, siendo destituido tras la
proclamación de la Dictadura de Primo de Rivera que también fue contraria a la
celebración de vaquillas.
Lo
mismo ocurrió durante la II República, de manera que una de sus primeras
medidas fue una Orden de Gobernación de 3 de septiembre de 1931, por la que
solo se permitían las capeas en circos provisionales bajo el cumplimiento de
las debidas condiciones de seguridad y de la existencia de servicios de
enfermería. Fue complementada por una Orden Circular de 22 de junio de 1932, en
la que se prohibía correr los toros por las calles. Curiosamente, cuando la
CEDA ganó las elecciones, volvieron a permitirse durante su mandato.
En
aquel artículo comentábamos que esta postura fue también mantenida por hombres
de ideología muy diferente, como el Alcalde de Borja D. Jesús Pellicer Bernal que,
durante las dos etapas en las que estuvo al frente de la alcaldía no programó
jamás un espectáculo de esas características, a pesar de las presiones
recibidas.
Decíamos
entonces que no habíamos encontrado un artículo sobre esta cuestión, cuya
existencia conocíamos. Lo hemos localizado ahora en la edición de Heraldo de Aragón de 20 de septiembre de
1953, con ocasión de la Feria de Borja. En él se pronunciaba en contra de los
abogaban por celebrar encierros y capeas, señalando la necesidad de dedicar ese
gasto a otros fines, así como la obligación del Ayuntamiento para programar
otro tipo de espectáculos que contribuyeran a elevar el nivel cultural de la
ciudad.
Fue su
sucesor D. Agustín Aperte quien reintrodujo las vacas en 1955, así como las
peñas, algo ajeno a nuestros usos hasta ese momento. Por lo tanto, la “tradición”
de las vacas arranca de ese año. Hasta ese momento, sólo se habían celebrado
vaquillas, durante el siglo XX (las hubo en el XIX con ocasión del I Centenario
de la Virgen de la Peana), en 1935, 1939, 1940, 1941 y 1943. En 1942 no las
hubo porque el Alcalde de ese año, D. Pascual Sorrosal, también era contrario a
ellas.
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