En la sección “Hace 100 años”, publicaba ayer Heraldo de Aragón una breve reseña de la reunión celebrada por los inspectores del Impuesto de Utilidades con el Gobernador Civil, para informarle del “mal recibimiento” que tuvieron en Borja. Pero ¿Qué era lo que ocurrido en realidad? Disponemos en nuestro Centro de amplia información sobre ello, a partir de las noticias publicadas en Ecos del Moncayo.
En primer lugar, conviene aclarar que
el conocido como “Impuesto de Utilidades” había sido establecido en 1900, por
la Ley de Presupuesto, gravando con tres tipos de porcentajes las “utilidades”
(rendimientos) del trabajo personal, del capital, y de los beneficios de
industrias y comercios.
Ante las reticencias encontradas en su
aplicación, se estableció que una serie de inspectores visitaran las diversas
localidades para verificar cómo se efectuaba la liquidación, imponiendo al
mismo tiempo sanciones muy duras en los casos de inobservancia.
Alertados por lo acaecido en algunos
lugares de Aragón, se celebró en Zaragoza una asamblea de industriales y
comerciantes para adoptar una postura común ante lo que consideraban un abuso
por parte de Hacienda. Aunque no se llegó a unificar criterios, se creo un
clima favorable a la resistencia, de manera que, cuando cuatro días después,
llegaron a Borja los inspectores, tan pronto como se alojaron en la fonda, el
comercio y la industria cerraron sus puertas y numerosas personas fueron
concentrándose en la plaza de la Constitución.
A voz en grito y con carteles pedían
que los inspectores abandonaran la ciudad y cuando se dirigieron a la Casa
Consistorial (desde la fonda), los silbidos y los gritos arreciaran. El Alcalde
y el Sargento de la Guardia Civil intentaron calmar los ánimos, pero la
excitación iba en aumento, por lo que las citadas autoridades pidieron a los
inspectores que abandonaran la Casa por la puerta posterior ya que, con dos
parejas de la Guardia Civil y tres guardias municipales, no podían garantizar
su seguridad.
El que estaba al frente de los
inspectores contestó con arrogancia que, o salían por la puerta grande o no
saldrían. Así lo hicieron, en compañía del Alcalde, pero la multitud les siguió
increpando, teniendo que refugiarse en el cuartel de la Guardia Civil, que
estaba en la fuente del barrio, de donde, escoltados por toda la fuerza
pública, partieron a la una y media de la tarde en dirección a la estación del
ferrocarril y, a bordo de una vagoneta, llegaron a Zaragoza, pasando a informar
al Gobernador, como indicaba Heraldo de Aragón.
El Gobernador llamó al Alcalde,
acudiendo el Primer Teniente de Alcalde, por haber caído enfermo el primero, a
raíz de los hechos. La entrevista fue sumamente tensa y desconsiderada, tanto
respecto a dicha autoridad, como en relación con la Comisión creada al efecto
para tratar de informar debidamente de lo sucedido y encontrar una solución.
La intervención del Diputado borjano D.
Mariano Tejero contribuyó a rebajar la tensión y, cuando el Alcalde pudo
desplazarse a Zaragoza, su acogida por el Gobernador Civil fue mucho más
cordial, hasta el punto de que, poco a poco, la situación volvió a sus cauces
normales.
Mientras tanto, lo ocurrido en Borja
había tenido un amplio eco a nivel nacional y hubo otras localidades que
siguieron su ejemplo, adoptando medidas para resistir ante el arbitrario
proceder de los inspectores. En ningún caso, se oponían al impuesto sino a las
desproporcionadas sanciones impuestas.
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