Siendo Alcalde D. Juan María de Ojeda Nogués fue recolocada
en la planta baja de un edificio, que había sido parcialmente derribado para
facilitar el acceso a la plaza del Mercado, una portada de piedra procedente de
un antiguo palacio, sito en la calle de Carreteros que, posiblemente, fue de la
familia que dio nombre a esa vía pública.
El propósito de esa actuación fue
la de salvar un elemento interesante de nuestra arquitectura que, por otra
parte, se integró perfectamente en el entorno de la plaza. Todos esos restos
del edificio al que hemos hecho alusión fueron acondicionados por el Centro de
Estudios Borjanos que, en las dos primeras plantas, tuvo sus primeras oficinas
y que, en la actualidad, sigue utilizando como almacén.
En la planta baja se creó la
primera Oficina de Turismo de Borja. La obra fue también realizada por nuestro
Centro, con una subvención obtenida para ese fin específico. Ante la
imposibilidad de colocar una gran puerta de madera que ocupase todo el espacio
delimitado por el arco de piedra, se optó por un cerramiento de ladrillo, con
una puerta de casetones, sobre la que se colocó un rótulo metálico, fabricado
por D. Manuel Giménez Aperte que, luego pasó a la actual Oficina de Turismo del
arco de la Carrera. El mobiliario interior y todo el acondicionamiento de ese
espacio también fue realizado por nosotros, con elementos reaprovechados.
Concretamente, el armario era del colegio de Nuestra Señora del Carmen y la
mesa con patas torneadas la donó D. Ángel Ruiz. Allí se distribuían los
primeros folletos turísticos editados en nuestra ciudad, con texto de Manuel
Gracia Rivas, de los que aún se conservan algunos ejemplares.
Siendo Alcalde D. Luis María Garriga,
el Ayuntamiento de Borja nos pidió el local que ya no cumplía su misión
primitiva, sino que lo utilizábamos como almacén, para guardar los útiles
empleados en las comidas populares que comenzaron a ser elaboradas en la plaza,
con ocasión de determinadas festividades.
Más tarde, en la puerta de practicaron unas aberturas para facilitar la ventilación del local, que siempre se caracterizó por el exceso de humedad. El escaparate que hay en la fachada lateral, en el que durante muchos años se mostraban las publicaciones editadas por nuestro Centro, terminó siendo un espacio cubierto de carteles, primero sobre el propio cristal y, posteriormente, en el panel de madera que el Ayuntamiento colocó sobre el mismo.
Nunca supimos las razones que
impulsaron el cambio de la puerta y, por posible ignorancia, no se percataron
del origen de la misma, pero el resultado no pudo ser más desafortunado.
Decíamos entonces que la puerta anterior no era excepcional,
pero reemplazarla por otra panelada con “formica”, de un color llamativamente
claro y con una cerrajería propia del interior de una vivienda de escaso coste,
era al menos sorprendente.
En nuestra opinión, no estábamos ante un problema
excesivamente grave, dado que se trataba de un asunto menor y de fácil
solución. Terminábamos comentando que bastaba “con reemplazarla por otra de
madera y de un color adecuado al entorno de un lugar tan emblemático como el de
la plaza del Mercado. Cuando una población tiene la consideración de Bien de
Interés Cultural, en la categoría de Conjunto Histórico, hay que ser cuidadoso
en los pequeños detalles, tanto por parte de los ciudadanos como de los
organismos públicos”.
Han pasado siete años y ayer nos vimos sorprendidos por la nueva puerta que ha sido instalada, más digna que la que hemos tenido que contemplar hasta ahora. Comoquiera que, en su momento, manifestamos nuestra opinión contraria a aquel cambio, hoy queremos dejar constancia de este otro que, en cierta manera, contribuye a dignificar la plaza, a pesar de tratarse de una obra menor.
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