Ha sido D. Javier Bona López quien nos ha remitido escaneado (por el Ayuntamiento de Zaragoza) un ejemplar del diario La Voz de Aragón, correspondiente al domingo 30 de agosto de 1931, en el que se incluye una referencia a un suceso acaecido en Gallur donde, por cuestiones de riegos, se enfrentaron dos vecinos (cuyos nombres se expresan) en la parte de “El Arba”, resultando herido uno de ellos por los disparos de escopeta que efectuó el otro. La información finalizaba afirmando que “dadas las grandes simpatías con que cuentan agresor y víctima, ha causado en el vecindario de Gallur enorme impresión”.
Pero, el especial interés de este ejemplar
del periódico estriba en la extensa crónica, firmada por D. Emilio Alfaro
Lapuerta, sobre la cofradía de San Bartolomé con noticias de la misma que
desconocíamos.
D. Emilio había nacido en Borja el 16
de febrero de 1903 y, desde muy joven, se decantó por la actividad
periodística, primero en El Día y, posteriormente, en La Voz de
Aragón, pasando más tarde a dirigir la Hoja del Lunes. Persona
estimada y muy querida en nuestra ciudad, de la que fue Cronista, su incansable
actividad se proyectó a otros lugares de Aragón, alcanzando logros tan
importantes como la salvación del palacio de Sada en Sos del Rey Católico o el
propio palacio de Sástago, entre otras muchas cosas.
El artículo al que nos estamos
refiriendo no tiene desperdicio. Publicado a toda página llevaba un extenso
título: “El tipismo que vuelve. Una fiesta interesante que Borja recobra. En el
primer año de la segunda República los cofrades de S. Bartolomé se ponen al
corriente de sus morosidades con el Santo”, que resulta un tanto equívoco en
relación con lo que relata.
D. Emilio que confesaba ser miembro de la cofradía, efectuaba
una crónica de cómo venía celebrándose tradicionalmente la fiesta de San Bartolomé
en Borja, hasta unos años antes en los que la procesión de la tarde fue
trasladada (nos imaginamos que por decisión de los responsables eclesiásticos)
a la mañana, lo que provocó el enfado de los buenos “bartolomeos” (así denomina
a los cofrades) que consideraban un desdoro para su Patrón, dado que todas las
procesiones importantes tenían lugar por la tarde.
Como respuesta a ello, dejaron de asistir a la fiesta y no
fue representado el dance; también dejaron de pagar las cuotas a la cofradía y
alguno hubo que el día 24 de agosto se encerró en casa, como expresión del
pesar que les embargaba.
Pero, afortunadamente, llegó la II República (no hay que olvidar
que el periódico es del año 1931) y, merced a los buenos oficios del Alcalde,
que lo era D. Isidro Lacleta Andía (por renuncia de D. Baltasar González), la
procesión salió por la tarde y el dance se representó en la plaza de la
República (la actual plaza de España). Los cofrades abonaron sus cuotas y, al
día siguiente, acudieron en masa al Santuario con banda y todo.
Lo que ocurre es que a la crónica no le faltaba cierta intención
política. Decía D. Emilio (cuyas simpatías por el nuevo régimen eran evidentes)
que, en la Junta de la cofradía, “hubo vivas al alcalde republicano”, porque, a
pesar de las discrepancias políticas que pudiera haber entre sus miembros, les
unía la fe en su Patrón.
Luego, las cosas cambiaron y no sabemos si tuvo ocasión el
cronista de dejar constancia de la decisión de aquella idílica república de prohibir
las procesiones y otras manifestaciones religiosas. De ello se han hecho eco otros
investigadores borjanos.
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