Ha sorprendido a algunas personas el encontrar, en el patio central del Museo de la Colegiata, el arca con la imagen yacente de Cristo que protagonizan el Entierro de Cristo de nuestra Semana Santa.
El abandono de su ubicación habitual en una de las capillas del claustro obedece al inicio de una nueva fase de las obras de restauración del mismo que, en teoría, deberían haber finalizado. Un error de planificación motivado, en parte, por el incremento de precios que ocasionó el que quedara desierto el primer concurso, obligó a repetirlo y dar comienzo a los trabajos al límite del tiempo fijado para perder la aportación provincial que constituye la partida principal de su financiación. Pero ello ha incidido en dos importantes acontecimientos eclesiales en los que el claustro tiene especial protagonismo: la Semana Santa y el Rosario de Cristal.
El papel que desempeña en la Semana
Santa es esencial, dado que allí se montan los pasos y cada cofradía dispone de
una capilla para sus hábitos. Desde el claustro salen las procesiones y, en la
capilla de San José, se realiza el “Velatorio” de Cristo muerto, acompañado por
la Virgen y San Juan.
Hubo quienes propusieron suspender las
procesiones, como en tiempo de pandemia, pero el entusiasmo de otros va a
hacerlas posible, adaptándolas a la situación planteada. La procesión del Jueves
Santo saldrá y retornará de la iglesia de San Bartolomé y los pasos que salen
en ella y en el Entierro de Cristo han sido llevados a distintos lugares, por
lo que todo podrá llevarse a cabo casi con normalidad.
Distinto es el caso del Rosario de
Cristal. En principio, las obras deben finalizar antes del primer domingo de
mayo, fecha de la fiesta de nuestra Patrona, pero si así no fuera el Rosario no
podría salir con los faroles pequeños que, como todos saben, se colocan en el claustro
con la suficiente antelación. Con los grandes no habría ese problema.
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