domingo, 7 de mayo de 2023

Benedicto XIII y Vicente Blasco Ibáñez

 

         La figura de aquel gran aragonés que fue el Papa Benedicto XIII está de actualidad, con ocasión de conmemorarse el 600 aniversario de su fallecimiento en Peñíscola, en cuyo castillo permaneció recluido durante sus últimos años, manteniéndose en “sus trece”, como legítimo Papa, cuando todos ya le habían retirado su favor.




         Dos de las piezas más importantes, presentes en esa exposición, son el bellísimo busto relicario de San Valero, donado por Benedicto XIII a la Seo zaragozana, el cual ofrece la particularidad de ser un fiel retrato del Pontífice.

         La otra es el cráneo del Papa, el único resto que se conserva de su cadáver, trasladado desde Peñíscola hasta el palacio de Illueca, donde había nacido, y donde se conservó hasta su profanación por tropas francesas. Pero ese lamentable suceso no acaeció durante la Guerra de Independencia, sino en el transcurso de la de Sucesión, a comienzos del siglo XVIII, protagonizado por las fuerzas que apoyaban la causa de Felipe V.

 

         Arrojado desde una de las ventanas del palacio, sólo pudo ser recuperado el cráneo que fue llevado por los condes de Argillo a su residencia en Sabiñán, donde se custodió hasta que en el año 2000 fue robado por dos jóvenes, en lo que fue considerado más una gamberrada que una actuación por encargo.

 

Tras ser encontrado en el lugar donde había sido ocultado, pasó a ser custodiado en el Museo de Zaragoza, siendo declarado Bien de Interés Cultural. Finalmente, en 2021, fue devuelto a Sabiñán, a pesar de que Illueca (donde hay una reproducción), aspiraba a conservar tan preciada reliquia.

 

         Benedicto XIII suele ser considerado “Antipapa”, por no plegarse a lo acordado en el concilio de Constanza, convocado para resolver el llamado Cisma de Occidente cuando ya había tres Papas que se proclamaban legítimos sucesores de San Pedro. En realidad, para todos los historiadores imparciales, el verdadero era Benedicto XIII que no quiso aceptar la petición del concilio para que renunciase, por lo que fue depuesto con los cargos de cismático y hereje, pero no se utilizó la expresión “antipapa”.

         Ahora, el Presidente del Gobierno de Aragón D. Javier Lambán Montañés en una reciente visita efectuada al Papa Francisco ha querido reivindicar la figura del Papa Luna, pidiendo que le fueran levantadas todas las censuras. Lo consiga o no, para muchos de nosotros Benedicto XIII fue un ejemplo de rectitud y piedad en una época en la que eso no era frecuente, incluso entre los altos dignatarios eclesiásticos.

 

         Hemos querido relatar todo lo anterior porque estos días estamos disfrutando, de manera especial, con la lectura de la obra de Vicente Blasco Ibáñez, El Papa del mar. En otro artículo anterior ya nos referimos a otra del mismo autor, La vuelta al mundo de un novelista, que nos pareció excelente. No lo es menos esta otra, que podríamos enmarcar en el género de novela histórica, pues trata sobre la figura del gran Papa aragonés, aunque la acción no transcurre en su época, sino en la nuestra, siendo el protagonista el joven Claudio Borja, profundamente enamorado de Rosaura de Salcedo, una acaudalada viuda argentina, también muy joven, a la que, durante sus recorridos por los lugares en los que estuvo Benedicto XIII, le relata la historia del Cisma y la biografía del Papa.

         Es tal la cantidad de información que ofrece y la amenidad con la que está escrita, que su lectura puede ser de gran utilidad para quienes quieran acercarse a esa época. Es por ello, que aconsejamos releer a un escritor como Blasco Ibáñez, cuya obra abarcó diversos géneros, siempre con brillantez, entre los que se encuentra (y no lo sabíamos) lo que podemos considerar un tipo de novela, tan en boga en nuestros días.



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