Las
fiestas de San Bartolomé siempre han dedicado una atención especial a los más
pequeños. Ayer, el tragachicos estaba en la plaza del Mercado dispuesto a
engullir a los más intrépidos. Mientras tanto, la comparsa de cabezudos
recorrió las calles de la ciudad, mientras caía sobre los niños una “lluvia de
caramelos” patrocinada por los danzantes.
Por la
tarde, a partir de las seis, numerosas personas se congregaron en la plaza del
Olmo para presenciar el tradicional concurso de disfraces infantil, en sus dos
modalidades: individual y de grupos, a pesar de una tarde un poco desapacible
que, en algunos momentos, también amenazó lluvia, pero no de caramelos.
La
seriedad del Jurado causó estragos entre algunos participantes que huyeron
despavoridos en cuanto vieron a los miembros encargados de evaluar sus
disfraces.
Afortunadamente
hubo una valiente hawaiana que se animó a desfilar y, por supuesto, los que
formaban los distintos grupos con atuendos de gran imaginación.
El
acto fue presentado y coordinado por Cruz Roja de la Juventud, cuyas
integrantes lo hicieron muy bien, como es habitual en ellas. Al final, como
siempre, lo importante no son los premios, sino la participación en este acto
entrañable de las fiestas.
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