Hoy
celebramos la fiesta de San Roque que, en el pasado, fue una de las más
importantes de nuestra ciudad por ser fiesta votada, por acuerdo de la
corporación municipal. A mediados del siglo XVII, la peste afectó gravemente a
Aragón, ocasionando numerosos muertos. Borja no fue una excepción y, a raíz de
esa crisis, el ayuntamiento decidió acogerse, en 1652, bajo la protección del
Santo, haciendo voto perpetuo de celebrar todos los años su fiesta.
En
cumplimiento de esa promesa solemne, el Ayuntamiento acudía en corporación a la
procesión que este día se celebraba para la que se mandó construir la imagen
del Santo que desfiló, por primera vez el 16 de agosto de 1777.
Esa
imagen, junto con la de San Juan, titular de otra de las fiestas votadas, se
guardaba en el despacho de la Alcaldía, como recordatorio de unas promesas que
obligaban perpetuamente. Recientemente, fueron trasladadas al Museo de la
Colegiata.
En ese
museo se conserva también una representación del Santo que, inicialmente,
presidió la sala de apestados y que, al realizarse las obras de
acondicionamiento fue colocada a la entrada de la Sala III, junto con un panel
explicativo en el que se informa sobre la relación de San Roque con la peste,
frente a la que tradicionalmente ha sido considerado protector.
Debemos
recordar que el Santo había nacido en Montpellier, hacia 1295. Siendo muy joven
quedó huérfano y, entonces, vendió todo el patrimonio familiar entregándolo a
los pobres, entrando a formar parte de la Orden Tercera Franciscana. Decidió
marchar a Roma como peregrino y durante el viaje de ida se dedicó a atender, en
las localidades del recorrido, a los enfermos de la peste que se abatía por
Europa. Lo mismo hizo en Roma, hasta que en el viaje de regreso contrajo la
enfermedad en Piacenza, decidiendo retirarse a un bosque para no contagiar a
otras personas. Allí sobrevivió con el pan que, cada día, le llevaba un perro.
Sanado milagrosamente, él mismo propició otras curaciones, hasta que en la
localidad de Angera, al norte de Italia, fue detenido y acusado de espía. Murió
en la cárcel a los 32 años de edad. Su fama se extendió rápidamente y se
convirtió en protector frente a la peste y otras enfermedades contagiosas,
siendo elegido como patrón por numerosas localidades. Por todo ello, se le
representa vestido de peregrino, mostrando las huellas de la enfermedad en sus
piernas y con el perro que lo alimentaba a su lado.
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