miércoles, 12 de enero de 2022

Sobre el traje tradicional del hombre borjano

 

El 7 de mayo de 2011, en los inicios de nuestro blog, apareció un artículo dedicado al traje tradicional en Borja, que hemos querido recuperar ahora, con más imágenes, dado que entonces eran pocas las que ilustraban nuestras entradas.

Decíamos que, en unos momentos en los que se asiste a una exaltación de los valores regionales, el traje aragonés se ha convertido en una de nuestras señas de identidad y son muchas las personas que lo visten con ocasión de fiestas y celebraciones, recreando un modelo que es considerado el “tradicional” de nuestra zona.

            Pero, el traje, como otras muchas supuestas “tradiciones”, ha ido cambiando en el transcurso de la historia y, con frecuencia, suele olvidarse que el vestido ha variado a impulso de las modas y de las circunstancias de cada momento.


            Romualdo Nogués, el gran escritor borjano, nos ha dejado en sus obras algunas descripciones de cómo vestían las gentes de Borja, desde finales del siglo XVIII.

            Por lo que respecta a las gentes acomodadas, afirma que el último personaje de la comarca que utilizó el traje del siglo XVIII fue el cura de Huechaseca que vestía un largo levitón, colosal tricornio y calzón corto, luciendo sus delgadas pantorrillas, porque aborrecía el pantalón, por ser moda introducida de Francia “que ningún buen español debía gastar”. Como es bien conocido, el pantalón fue una prenda que se impuso durante la Revolución francesa. La cita es interesante pues demuestra que, en aquellos momentos, los clérigos no empleaban el traje talar.

         Durante algún tiempo, el personaje que aparece en esta fotografía de la colección Ojeda se identificó con el citado párroco de Huechaseca, lo cual es completamente disparatado, dado que las pantorrillas del retratado no son, precisamente, delgadas. Por otra parte, no creemos que llegara a conocer la introducción de la fotografía, por lo que no pudo ser inmortalizado con su peculiar vestuario.

            La imagen es curiosa, dado que el peculiar personaje viste camisa blanca y calzones ceñidos con amplia faja y pañuelo a la cabeza. Como “complementos” dispone de una formidable vara y, en la faja, esconde lo que parece una daga, más que navaja.



            En cuanto a las clases populares, señala que el pañuelo a la cabeza comenzó a usarse a mediados del siglo XIX. Hasta entonces, muchos labradores llevaban sombrero de copa en el que los quintos, ataban las cintas rojas que les regalaban las mozas. Estas imágenes son recientes y el sombrero no es exactamente igual que el modelo al que se refería el general Nogués.


            Cuando se generalizó el uso del pañuelo, nunca se lo ponían como se hace ahora, sino formando un estrecho rodete con las puntas ocultas o, en ocasiones, atado con un nudo muy pequeño.

            El resto del atuendo estaba compuesto por chaleco de pana negra con solapas, sobre camisa blanca, faja muy ancha generalmente morada, calzón blanco bordado abierto por los costados hasta cerca de la cintura, enseñando holgados calzoncillos del mismo color, medias negras y alpargatas con muchas varas de cinta. Para los trabajos del campo se usaban albarcas o abarcas. Por razones evidentes, el calzón terminó siendo negro.




           Baltasar González que pintó a finales del siglo XIX, nos ha dejado varios testimonios de la manera en la que se llevaba el pañuelo, recogido como un estrecho rodete, tal como antes hemos señalado. También aparecen en sus cuadros jóvenes llevando blusa que se introdujo por esa época.




            Luego vino el pantalón largo negro ceñido por la faja y el chaleco sin solapas. Poco a poco, el pañuelo dejó paso a la boina pequeña que ha llegado hasta nuestros días, aunque durante años siguieron coexistiendo las dos formas de vestir.

            Por lo tanto, el traje que ahora utilizamos no deja de ser una recreación de una moda que tiene su origen en una época relativamente reciente y nos obliga a utilizar con cuidado ese adjetivo de “tradicional” que, frecuentemente, se aplica a usos que lo son para los que no han conocido otra cosa.




 



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