Sobre esta cuestión hemos escrito en varias ocasiones en este blog. La primera fue en julio de 2011, poco después de efectuar una visita a la ciudad de Jaca en donde quedamos sorprendidos por el exquisito cuidado puesto en mantener el ceremonial que rodea los desfiles de la corporación municipal. Decidimos entonces escribir sobre su historia en Borja y las vicisitudes por las que han atravesado hasta nuestros días. Reproducimos el texto del artículo con las fotografías que entonces lo ilustraban. ¡Cuántas personas ya desaparecidas vemos en ellas!
Los maceros que acompañan al ayuntamiento con ocasión de las
grandes celebraciones son un símbolo de autoridad que, en Aragón, mantienen
cuidadosamente las antiguas ciudades del reino. Habitualmente son dos, aunque
en otras corporaciones que tienen derecho a su uso, como ocurría con el cabildo
de la colegial, su número quedaba reducido a un único macero. De este macero
del cabildo ha quedado recuerdo en el personaje que, con túnica y maza negra,
encabeza la procesión del Entierro de Cristo en la tarde del Viernes Santo.
En Borja los maceros municipales se
crearon el 24 de octubre de 1764, a petición del corregidor. La primera vez que
desfilaron fue con ocasión de la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1764
que, curiosamente, no se celebró hasta el 22 de enero del año siguiente. El
acontecimiento despertó la lógica expectación y para que la sorpresa fuera
mayor se vistieron en el propio convento y según se relata en las Actas
municipales “llevaron las capas ocultas para que antes de salir al público se
ofrecieran a la Inmaculada, nuestra patrona”. Hay que tener en cuenta que la
Inmaculada es una de las fiestas de la ciudad, a la que, en virtud de voto
perpetuo, tiene obligación de asistir el ayuntamiento en corporación.
Los trajes de Borja difieren de los
de otras ciudades en las que se utiliza la gramalla, esa vestidura larga, de
grana o terciopelo carmesí sobre la que van bordadas las armas de la respectiva
localidad. Aquí, por el contrario, se optó por un traje que recuerda el de los
antiguos alguaciles o agentes de la autoridad. De hecho, quienes las vestían
eran “porteros” en la antigua acepción que no era la actual, sino que sus
funciones eran guardar las puertas con autoridad y desempeñar cometidos que se
aproximarían a los de los ordenanzas. Los primeros maceros tuvieron que jurar
“defender la ciudad y estar prontos en caso de guerras y turbulencias”.
Llevaban unas mazas de plata que fueron robadas durante la
Guerra de la Independencia, pero no por los franceses, sino por la partida de
guerrilleros que encabezaba D. Fidel Mallén, alcalde de Illueca que, en octubre
de 1811, realizó todo tipo de desmanes durante su entrada en Borja. Hubo que hacer
nuevas mazas que fueron ya de latón y que, el Viernes Santo, van enfundadas en
lienzo negro, en señal de luto. También ese día es la única ocasión en el que
los miembros de la corporación llevan guantes negros.
Las mazas actuales que se exhiben en el Salón de Reyes de la
Casa Consistorial fueron encargadas en 1889, con ocasión del I Centenario de la
Virgen de la Peana, y en ellas figura ese año. ¿Pero, entre 1811 y 1819, qué
mazas se utilizaron?
Con posterioridad, al artículo que estamos
reproduciendo, pudimos dar respuesta a ese interrogante, a partir de las imágenes
de antiguas procesiones en las que participaba el Ayuntamiento en pleno.
Eran unas mazas de madera, muy
similares a la que encabeza el Entierro de Cristo. Pudiera parecer la misma, lo
que no dejaría de ser un caso llamativo de supervivencia de una pieza de estas
características, pero comparando estas dos fotos que ofrecemos, el trazado de
las volutas difiere algo entre unas y otra.
El 29 de noviembre de 1786 se tomó el acuerdo de “restituir”
dos plazas de clarineros y una de timbalero. Al adoptar esta medida el concejo
pretendía “que la ciudad tenga en los actos públicos la representación que ha
de tener una ciudad que goza de voto en Cortes y con todos los privilegios de
los que Borja dispone”. Sin embargo, no ha quedado constancia de que el acuerdo
llegara a hacerse efectivo, por lo que nuestra ciudad es una de las pocas que
no cuenta, en la actualidad con ellos.
Como hemos comentado, acabábamos de ver en Jaca, el desfile
de los dos maceros, dos clarineros y un timbalero, junto con las dos personas
que portan los timbales, todos ellos vestidos con la gramalla carmesí en la
procesión de Santa Orosia, un signo patente del prestigio de la corporación
jacetana que, como en otros lugares, ha sabido mantener estas tradiciones.
Con posterioridad, hemos vuelto a ocuparnos
de los maceros de Borja y su traje, integrado por jubón, calzas y medias
negros. Al cuello gola almidonada y cubriendo los hombros capa de terciopelo
rojo, con cuello vuelto. Como tocado un sombrero negro al que, posteriormente
se le incorporó en el ala vuelta una escarapela, con los colores nacionales y,
prendida a ella, una pequeña pluma. Se completaba con zapatos negros con hebilla
rectangular. Un traje es muy similar al de los maceros de la ciudad de
Tarazona, aunque en ese caso, llevan peluca que, creemos, no se corresponde con
este tipo de trajes y que, en ambos casos, recuerda al que todavía utilizan los
alguacilillos de algunas plazas de todos, aunque en lugar de gola, visten
valona caída sobre los hombros.
Ello obedecía a que, como decíamos en 2016, desde hace algún tiempo, veníamos observando que la gola de los maceros de Borja, presenta un deplorable aspecto. Su tamaño se ha reducido; está arrugada, cuando debía ser almidonada o rígida; y cuelga como un babero, sin ceñirse al cuello. Además, últimamente, la capa se sujeta con una cinta negra sumamente antiestética ya que, si se considera necesaria, debía esconderse bajo la gola. En los sombreros tampoco aparece la escarapela ni la pluma que antes llevaban, aunque esta es una cuestión menor, en comparación con el aspecto de la gola.
Pedíamos entonces que se corrigieran las deficiencias
observadas, por ser fácilmente subsanables. Como es habitual, nuestra
sugerencia cayó en saco roto y, en 2019, durante la Ofrenda de Flores, los
maceros seguían ofreciendo ese lamentable aspecto. Esperamos que, una vez
superada la pandemia, cuando todo haya vuelto a la normalidad, también la
recupere el traje de los maceros.
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