El castillo de Grisel tiene su origen en un primitivo torreón construido en torno al siglo XI. Tras la Reconquista estuvo a cargo de diversos tenentes y poco a poco fue siendo ampliado hasta adoptar la forma actual.
En 1352, fue adquirido por el cabildo
de la catedral de Tarazona a Hugo de Cardona, en un momento en el que fue
necesario reforzar sus fortificaciones ante la amenaza derivada del enfrentamiento
castellano-aragonés, conocido como “Guerra de los dos Pedros”.
Durante la Guerra de Sucesión, el
castillo, ocupado por un grupo de habitantes de Tabuenca, contribuyó a impedir
que Tarazona cayera en poder de las tropas austracistas, que ya se habían hecho
con el control de Borja.
La fortaleza continuó en poder del cabildo
turiasonense (propietario de los lugares de Grisel y Samangos) hasta la
Desamortización. Tras pasar a manos del Estado fue vendido a particulares y
este importante monumento quedó relegado en el olvido, hasta el punto de que no
figuraba en obras que trataban sobre castillos aragoneses.
Finalmente, tras su adquisición por D.
Manuel Giménez Aperte, el castillo fue sometido a una minuciosa restauración,
que le ha devuelto todo su esplendor, siendo transformado en un hotel con
encanto que tiene una gran aceptación.
Allí, el pasado domingo fuimos testigos
de un acontecimiento “histórico”. Lo recordó el actual párroco de Grisel, D.
Ignacio Tomás Cánovas que, además, es el Deán Presidente del cabildo de la catedral
y que no conocía el interior del castillo. Por eso, junto a la puerta de acceso,
manifestó que era la primera vez, en doscientos años, que un deán entraba en el
que fuera castillo de su propiedad.
Fue una emocionante visita
en la que el Deán pudo comprobar el magnífico estado en el que se encuentra
este espectacular monumento, al mismo tiempo que dejó el testimonio de su
afecto entre los descendientes de sus antiguos vasallos moriscos.
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