domingo, 23 de abril de 2023

La capilla de San José en el claustro de la colegiata de Borja

 

Habíamos dejado atrás la capilla de San José, situada en otras de las pandas del claustro de la colegiata, a la que, sin embargo, habíamos dedicado un extenso artículo en 2012, que ahora retomamos, incorporando las nuevas aportaciones realizadas desde entonces por el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández.

Tradicionalmente, ha sido vinculada a la cofradía que, bajo advocación del Santo Patriarca, reunía a carpinteros, cuberos, torneros, herreros, albañiles y hojalateros. Fue el Dr. Aguilera quien localizó en el Archivo de Protocolos Notariales el instrumento de fundación de la misma, fechado el 24 de abril de 1625. Se trata de una concordia entre el cabildo de la colegial y cinco vecinos de Borja, todos ellos relacionados con el sector de la construcción, entre los que destaca Domingo de Aroza menor, perteneciente a una dinastía de albañiles y responsable de la edificación de buena parte del convento de agustinos y de otras muchas obras.


Su padre, también llamado Domingo de Aroza había sido el autor, junto con Gonzalo Cisneros de la celosía existente en la antigua iglesia parroquial de San Miguel, actual Museo Arqueológico, por lo que hay que rechazar la condición de moriscos que algunos autores atribuían a los responsables de esa importante obra.

 

         Al fundarse la cofradía, el cabildo le cedió una capilla preexistente en el claustro, bajo la misma titularidad. Asimismo, les concedió un patio anexo para edificar la sacristía y un lugar frente a la capilla para hacer un carnerario en el que enterrar a los miembros de la misma.

         Poco después acometieron obras de ampliación de la primitiva capilla, haciéndose cargo de las mismas Alfonso de León, que era miembro de la cofradía. Conocemos que, en 1629, el ayuntamiento se opuso a que las mismas invadieran la calle contigua, invitando a que se alcanzara un acuerdo con Miguel de Funes, para que les cediera un trozo de la huerta que tenía en aquel lugar.


         Este es el exterior que ofrece la capilla en la calle Claustrones, donde se aprecia su forma poligonal y su prolongación más allá de los límites de perímetro del claustro.

 

         Hacia 1642 se encargó el actual retablo, de cuya mazonería desconocemos el nombre del autor. Se estructura en un cuerpo único, flanqueado por dos columnas de fuste estriado. En la parte superior corre un arquitrabe con el friso decorado por cabezas de angelotes pintada y sobre él, un frontón abierto, con un pináculo en la parte central.

 

         El lienzo central, en torno al cual corre la frase “Jesús, María, José. Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y María Santísima concebida sin mancha de pecado original” fue realizado por Jacinto Navarro, un modesto pintor vecino de Mallén. Le entregaron, como modelo, una estampa que Alberto Aguilera ha identificado como un grabado del alemán Johann Heinrich Löffler. En ella aparece la Sagrada Familia y, sobre ella, la Santísima Trinidad.

 



         En este caso, puede verse al Dios Padre, representado como un anciano de luenga barba blanca, en actitud de bendecir, acariciando con la mano izquierda al orbe. Bajo él, la paloma que representa al Espíritu Santo y todo ello rodeado por ángeles con instrumentos musicales. La Trinidad la completa la Segunda Persona, en la figura del Niño que llevan de la mano San José y María.

 

         La escasa competencia del autor se pone de manifiesto en la forma en que fue resuelta la escena y en detalles como el perceptible “arrepentimiento” que se advierte en uno de los brazos de San José, dando la impresión de que el Santo posee tres.

 


A pesar de ello, Navarro realizó otras obras en nuestra ciudad, concretamente en la iglesia de San Bartolomé, en el convento de agustinos, en la propia colegiata y, también se conserva una de sus obras en la Casa de Aguilar, la de la imposición del collar a Santa Teresa que, con la Virgen, tiene como protagonista a San José. Al ver ahora las imágenes nos ha llamado la atención el claustro que se adivina a través de la ventana del fondo. ¿Puede ser el del convento de agustinos de Borja?

 



         En el banco, la tabla central representa la Transfiguración del Señor. A ambos lados el Nacimiento y la Huida a Egipto.

 




         En los plintos de las columnas aparecen los cuatro Evangelistas que, además de sus atributos personales, llevan en sus manos una filacteria con su nombre. El orden es el siguiente: San Mateo (un ángel); San Marcos (un león); San Lucas (un toro) y San Juan (un águila).

 

         A ambos lados del retablo hay sendas cartelas, en las que puede leerse: “A Pío IX Pontífice Máximo” y “Declaratus Protector Ecclesiae Universalis”, en referencia a la declaración de San José como Patrono de la Iglesia, efectuada el 8 de diciembre de 1870, por el Papa Pío IX, mediante el decreto Quemadmodum Deus.

         Debajo de ellas hay unas hornacinas. En la de la izquierda se encuentra una imagen de la Virgen del Carmen que fue colocada allí tras fracasar el proyecto de dedicarle una ermita en el Santuario de Misericordia. El Dr. Aguilera ha podido documentar que es obra del escultor Tomás Llovet, a quien le fue encargada a comienzos del siglo XIX.

 

         En la otra se encuentra la imagen procesional de San José con el Niño, que el racionero Juan González había donado al cabildo y éste la entregó a la cofradía. Se desconocen los autores de las tallas del Santo y del Niño Jesús (de diferente factura), y este año ha sido restaurada por encargo de la cofradía.

        



         El rejado original de la puerta, que no es el actual, fue realizado, en 1643, por el albañil Miguel de Araiz, un curioso personaje implicado en varios delitos, entre ellos un asesinato llevado a cabo en 1624.

 



         Finalmente, en 1647, se construyó la sacristía, siendo sus autores Miguel de Aroza y Domingo Ibáñez. Miguel era el segundo hijo de Domingo de Aroza mayor y su biografía ha podido reconstruirse. Sin embargo, de Domingo Ibáñez los datos son mucho más escasos. Por sus dimensiones, este espacio fue utilizado por otras cofradías para la celebración de sus Juntas Generales y, hasta época contemporánea, sirvió para almacenar las sillas y reclinatorios personales que muchas personas utilizaban durante las funciones religiosas cuando aún no había bancos e, incluso, mucho tiempo después.

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