domingo, 9 de abril de 2023

Sermón de la Soledad

 

         La mayoría de los asistentes a la ceremonia de sellado del arca en la plaza de España ignoran, ahora, que el Entierro de Cristo no finaliza allí, sino que tiene continuación en otro hermoso acto que se desarrolla en la colegiata de Santa María, a donde llega el arca, escoltada por la Unidad de Alabarderos.




         Por el interior de la nave, mientras suenan la corneta y el tambor de la unidad, es conducida a la cabecera del templo, donde la espera la Virgen de los Dolores.

 


Depositada sobre una sencilla mesa, allí dispuesta, los alabarderos le rinden honores y, seguidamente, al son de su música se retiran a la sacristía, quedado la iglesia en silencio.

 


         Es entonces cuando se interpreta una preciosa aria, conocida como “Pobre madre”, de la que lamentamos no conocer al autor, aunque forma parte de las tradiciones de nuestra ciudad, con el poder de despertar la ira de las fuerzas infernales, como pudimos comprobar en el pasado.

         En esta ocasión fue magistralmente cantada por el tenor Jorge Velilla, bajo la dirección de su esposa Esmeralda Jiménez y acompañado al órgano por Pilar Pablo. Volvió a recordarnos los viejos tiempos en los que esta misma aria, en la voz de otros tenores, emocionaba a una concurrencia más nutrida que ahora. 



Al aria le seguía el Sermón de la Soledad, dirigido a la Madre que acababa de perder a su Hijo y que, con el corazón traspasado de dolor, esperaba confiada en su Resurrección.

En esta ocasión esos sentimientos de solidaridad con María fueron reflejados en el texto leído por Raúl Rivarés, al que siguió la intervención del párroco D. José María Sánchez Becerril que quiso agradecer la extraordinaria colaboración de muchas personas que han hecho posible este año, la brillante celebración de la Semana Santa, a pesar de las dificultades a las que tuvieron que hacer frente. Al mismo tiempo, manifestó su deseo de que esa unión de la que han hecho gala se mantenga en el futuro, única forma de que Borja pueda seguir manteniéndose orgullosa de sus tradiciones religiosas que, en definitiva, forman parte de su Patrimonio Cultural Inmaterial.


Por cierto, no hay que confundir el Sermón de la Soledad, con el que se conocía como “Sermón de la Bofetada” que tenía lugar en la mañana del Viernes Santo. En él se hacía alusión a los sufrimientos de Cristo en su Pasión, alcanzando uno de sus momentos culminantes, cuando el predicador, rememorando la bofetada que le fuera propinada, golpeaba con su mano el antepecho del púlpito, haciendo estremecer a los presentes. En algunas ciudades sigue celebrándose como preludio de un Vía Crucis por las calles.


 


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