viernes, 14 de abril de 2023

La capilla del Santo Cristo del Arca en el claustro de la colegiata de Borja

 

         En días pasados recorrimos algunas de las pequeñas capillas del claustro de la colegiata. Hace diez años, dedicamos otra serie de artículos a las de mayor entidad y hemos querido retomarlos, incorporando las nuevas aportaciones, fruto de las investigaciones del Dr. D. Alberto Aguilera Hernández, en su mayor parte.

         Una de ellas es la capilla del Santo Cristo del Arca que, como decíamos entonces, aún sigue planteando algunos interrogantes, a pesar de que otros han quedado resueltos.


         Como señalábamos entonces, todas las capillas del claustro fueron cambiando de advocación, siendo relativamente reciente su actual distribución, aunque, en la mayoría de los casos, conocemos su origen y los titulares a las que estuvieron dedicadas. Decíamos en el artículo que no ocurría lo mismo con esta capilla “de la que, por el momento, ignoramos todo”.

         Pues bien, ha sido el Dr. Aguilera quien documentó que estuvo dedicada a San Nicolás y que su construcción fue autorizada el 17 de marzo de 1529. El que, en fechas tan tempranas, estuviera siendo construida esta capilla (y otras en fechas cercanas), cuando aún no había terminado la obra de las restantes pandas del claustro, demuestra que, como destacaba Alberto Aguilera, nunca llegó a verse con los vanos abiertos (con celosías) en sus cuatro crujías.

 

         En cuanto a la capilla que estamos comentando, su actual cerramiento de madera es de características similares a los del resto de capillas de esa panda del claustro, lo que permite suponer que fueron fruto de una actuación conjunta, posiblemente durante la última reforma de la iglesia en el siglo XIX, que vino a modificar sensiblemente el estado anterior. En el caso que nos ocupa, a través de la fotografía superior, podemos apreciar con claridad que el arco original se enmarcaba entre pilastras de yeso, rematadas por pináculos, las cuales se ven cortadas. Entre ellas corre un entablamento en el que se apoya un frontón curvo con un escudo de armas cuya disposición apenas se aprecia desde abajo.


         De hecho, cuando Federico Bordejé estudió los escudos que aparecen en diferentes lugares de este templo, sólo pudo dibujar las barras del primer cuartel, indicando que las piezas de los restantes no se podían apreciar por las sucesivas capas de pintura que habían recibido. Afortunadamente, el trabajo de Enrique Lacleta, autor de este reportaje, nos ha permitido disponer de esta fotografía en la que se ven claramente los cuatro cuarteles. En el primero, las barras a las que hacía referencia Bordejé; en el segundo, tres peras; en el tercero, un grifo (animal mitológico con cuerpo de león y cabeza y alas de águila); y en el cuarto, un castillo. Todo ello timbrado con un yelmo coronado con un airoso penacho de lambrequines. Indudablemente, corresponden a la persona que sufragó la construcción de la capilla y, aunque por ahora no podamos identificarla, es significativo el hecho de que los Peralta de Magallón traen en sus armas un grifo y cinco peras. ¿Para cuándo un estudio detallado de la Heráldica de la comarca?

 


         La capilla es de planta cuadrangular y se cubre con una cúpula con linterna. Las pechinas sobre las que se apoya están decoradas con labores de yeso reproduciendo motivos vegetales.

 


         En la linterna se abren cinco vanos rectangulares de arco rebajado, entre falsas pilastras con decoración en sus ménsulas y un gran florón en la parte superior.


         En el interior se venera ahora la imagen de Cristo yacente que protagoniza el acto principal de la Semana Santa borjana, el Entierro de Cristo, en la tarde del Viernes Santo, en la misma arca con la que desfila ese día, aunque uno de sus laterales dispone, durante el resto del año, de un cristal para permitir su contemplación. Reposa sobre un altar de piedra pulida, teniendo a sus lados las imágenes procesionales de la Virgen de la Soledad y de San Juan Evangelista.

 


         La talla de Cristo reviste especial interés y está directamente relacionada con la ceremonia del Descendimiento, instituida en 1730, por dos devotos anónimos que ofrecieron donar, para este fin, una imagen de Cristo y otra de María, que quedarían en poder del cabildo. Fue el beneficiado de la colegial Sr. Torralba quien, en nombre de los donantes, transmitió la petición y quien, al año siguiente, hizo entrega de las imágenes, dando comienzo en la tarde del Viernes Santo de 1731 esa ceremonia que fue suprimida en 1870, aunque la imagen de Cristo yacente continuó participando en el Entierro de Cristo que se celebró, por vez primera, en 1746.

 

         Debido al destino para el que fue concebida, la imagen es articulada y, mediante este dispositivo, los brazos pueden moverse y disponerse extendidos para que pudiera suspenderse de la Cruz en la que se realizaba el Descendimiento y que, todavía, se conserva en el claustro. Una vez bajada, los brazos adoptaban esta otra posición cuando se depositaba en el arca.

 



         Es una obra bien realizada, en la que se refleja el sufrimiento de Cristo que acaba de morir y de cuyo costado brota la sangre, a través de la herida producida por la lanza del centurión. En sus manos y pies se advierten las profundas huellas dejadas por los clavos que le sujetaron a la Cruz.

 

         El interior y el exterior del arca están decorados con los símbolos de la Pasión y en el lateral correspondiente a los pies existe una pequeña abertura que permitía su veneración por los devotos.

 

         En el exterior de ese lateral se puede apreciar, sobre la tapa que la recubre, una chapa metálica sobre la que golpea el centurión, con un martillo, en el momento del sellado de la misma en el Campo del Toro, en el momento culminante del Entierro de Cristo.

 


         La imagen de la Virgen de la Soledad que, probablemente, es la misma entregada junto con el Cristo yacente, es de vestir. Está constituida por una estructura de madera, revestida con los ropajes que aparecen en la fotografía durante todo el año y los que luce el día de Viernes Santo, de mayor riqueza. Los únicos elementos tallados son la cabeza y las manos.  

 

         En el pecho de la Virgen, a la altura del corazón, se encuentra la espada o daga que constituye el atributo específico de esta advocación mariana. 

 

         Una de las características más curiosas de esta imagen es que, mediante un sistema de cuerdas puede mover sus brazos, elevando las manos, con el pañuelo que sostienen, hasta los ojos, en ademán de enjugarse el llanto.


         También “de vestir” es la imagen de San Juan Evangelista que, inicialmente, acompañaba a la Virgen, a la Verónica y a María Magdalena tras el arca, dentro del llamado “Duelo del Señor”, en ese cortejo fúnebre que es, en definitiva, el Entierro de Cristo.

 

         En la actualidad desfila al comienzo del mismo, acompañada por la Agrupación de Cornetas y Tambores de la cofradía de la que es titular que fue constituida recientemente y es heredera de la Congregación Mariana que, desde mediados del siglo XX, la portó hasta su desaparición.



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