Entre la capilla de San Felipe, que ayer comentamos, y la de Santa Lucía se encuentra la actual capilla de San Isidro que el Dr. D. Alberto Aguilera ha documentado en 1530, siendo propiedad de D. Dionís Lázaro. En cuanto a la titularidad que tenía en esos momentos no se puede precisar si estaba dedicada a la Trinidad o a San Andrés. Lo mismo decíamos respecto a la de San Felipe pues, aún, no se ha podido averiguar la de cada una de ellas. La imagen que mostramos es anterior a la instalación de la reja a la que luego nos referiremos.
Adosada
a la torre del reloj, en su lateral derecho pueden verse ahora los sillares del
cuerpo románico de dicha torre y el arranque del mudéjar. El estado actual de
la capilla responde a las distintas reformas a las que fue sometida, tras los
cambios de titular que experimentó en el transcurso del tiempo.
La propiedad
de D. Dionís Lázaro no debió durar mucho tiempo, dado que en los libros de
gestis del cabildo se reseña que el 3 de diciembre de 1554 se acordó “que
para sufragio y aumento de la devoción a las Almas del Purgatorio se haga un
retablo y capilla” en la que “anteriormente era de Dionís Lázaro”. Es probable
que, a ese momento, corresponda la decoración de su embocadura, con su
crestería.
En 1701,
la capilla fue cedida a la cofradía del Carmen que procedió a renovarla
completamente, adoptando el aspecto actual, con planta cuadrangular y cúpula
con linterna. Lamentablemente, las pinturas que debieron existir en las pechinas
se encuentran cubiertas con pintura blanca, aunque se conserva la decoración en
yeso que fue realizada entonces.
En uno
de esos motivos se puede ver la fecha de construcción: “1703” y, en otro, el
anagrama que hace referencia a su destino mariano. Por otro acuerdo del
cabildo, de 27 de abril de 1703, se entregó a la cofradía el antiguo retablo de
la capilla, “hasta que estén en disposición de hacer uno nuevo por su cuenta”.
De ello se deduce que, por entonces, las obras estaban finalizando y los fondos
disponibles no alcanzaban para sufragar la construcción de un nuevo retablo.
Sin
embargo, el frontal del actual retablo lleva el emblema de la orden
carmelitana, dato que nos permite deducir que llegó a realizarse, aunque no sabemos
sus características ni el destino final. Porque más tarde, como comentamos en
otro artículo, la cofradía se hizo cargo de otra capilla, situada frente a ésta.
En fecha
no determinada, pero posiblemente ya en el siglo XIX, la capilla fue dedicada a
San Isidro, cuya imagen titular se dispuso en un retablo reaprovechado que, estuvo
dedicado a San Diego de Alcalá y procedía del antiguo convento de San Francisco.
A través de una visura del mismo, hecha en 1601, fue obra de Felipe los Clavos,
un escultor y mazonero zaragozano que también trabajó en Tarazona. Lo que no
conocemos es la identidad del autor de las pinturas. El retablo tiene tres
calles sobre banco y ático, aunque fue modificado para su nuevo cometido.
La
imagen de San Isidro, situada en una hornacina avenerada responde al modelo
iconográfico habitual. Sabemos que fue adquirida en Zaragoza, en 1802, y en
ella el santo está representado con atuendo de labrador, llevando en su mano
izquierda la reja del arado y en la derecha unas espigas de trigo. A sus pies
tiene el buey utilizado en sus faenas agrícolas.
En la
parte superior de las dos calles aparecen dos tablas con santos dominicos que,
por su emplazamiento y características, pudieron ser añadidas al rehacer el
retablo en el siglo XIX. El santo de la izquierda es San Jacinto de Cracovia
que en Borja también aparece también en el retablo mayor de la iglesia de San
Pedro Mártir.
Sus atributos personales
son la custodia y la imagen de la Virgen en sus manos, que hacen referencia a
un episodio de su vida, acaecido cuando los mongoles atacaron el monasterio de
Kiev donde se encontraba. El santo, antes de huir, decidió salvar el Santísimo
Sacramento y, en esos momentos, oyó la voz de la Virgen que le recriminaba el
que la dejara sola en la iglesia. San Jacinto tomó entonces la imagen de María
que estaba en la iglesia y, a pesar de que su peso era considerable, pudo
portarla sin fatiga e, incluso, cruzar el río Dniepper, caminando sobre las
aguas con la ayuda de un ángel. Precisamente, en esta representación que
estamos comentando, aparece al fondo el santo atravesando el río con la imagen.
A la
derecha se encuentra Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la orden dominica,
cuyo hábito viste. Está sentado y con un libro abierto en su mano izquierda,
mientras que en la derecha lleva unos lirios, otro de sus atributos personales.
A su lado, el perro con la antorcha encendida en la boca que hace alusión al
sueño que tuvo su madre antes de su nacimiento. En la escena del fondo aparece
el Santo sosteniendo un templo que amenaza con derrumbarse, como referencia al
papel desempeñado por la Orden de Predicadores en la renovación de la Iglesia.
En la
calle de la izquierda, bajo San Jacinto de Cracovia, está representado un santo
obispo de difícil identificación ya que no aparecen atributos personales, salvo
los genéricos de su condición de obispo: capa pluvial roja, mitra y báculo.
Bajo el alba se adivina el hábito de los franciscanos por lo que, con las
debidas reservas, creemos que se trata de San Luis de Anjou o de Tolosa, un
santo franciscano, de estirpe real que alcanzó la dignidad episcopal.
Los
mismos problemas plantea la imagen de la derecha. Se trata evidentemente de un
santo rey ya que ciñe corona real y porta cetro. Pero ningún otro atributo
permite realizar una atribución precisa, aunque es llamativo el hecho de que el
cetro está rematado por la flor de lis. Ello nos induce a pensar que se trata
de San Luis, rey de Francia. Se da la circunstancia de Luis IX fue terciario
franciscano por lo que la inclusión en un retablo de la orden parece lógica,
sobre todo haciendo pareja con ese otro santo francés, del mismo nombre al que
hemos hecho referencia.
En las basas de las columnas que
delimitan las calles del retablo están, toscamente representados, cuatro santos
franciscanos, todos ellos vistiendo el hábito de la orden y con el cordón
ceñido a la cintura. Se trata de San Buenaventura, San Bernardino de Siena, San
Antonio de Padua y el propio San Francisco de Asís. En otros artículos
anteriores hemos comentado aspectos de sus biografías. Queremos llamar la
atencion sobre la escasa calidad de las pinturas y sobre el hecho llamativo de
la falta de cabellos.
En las tablas del banco, situadas bajo
las calles laterales, se encuentran San Jerónimo y San Pedro. El primero está
representado semidesnudo en la cueva a la que se retiró a orar, en Belén,
durante 35 años. El manto rojo y el capelo cardenalicio que figura colgado de
un árbol, en alusión a su condición de consejero del papa San Dámaso a la que
renunció para vivir como anacoreta. Tras él aparece un león, otro de sus
atributos personales que hace referencia a un episodio de su hagiografía según
la cual habría curado a esa fiera de la herida causada por una espina clavada
en sus garras, convirtiéndose desde entonces en fiel acompañante. San Jerónimo
que es Doctor de la Iglesia fue el traductor de la Biblia del griego al latín,
en la versión oficial que se conoce con el nombre de “Vulgata”. Por su parte,
San Pedro es fácilmente identificable por llevar en su mano derecha una llave.
En el
ático aparece, como es habitual, un Calvario. Tal como ocurre en el caso de las
tablas inferiores tampoco destaca por su calidad. Junto a la Cruz aparecen la
Virgen y San Juan. Tras este último se advierte un grupo de soldados, uno de
los cuales monta un caballo blanco y lleva en su mano una bandera flameando al
viento.
A ambos
lados del Calvario aparecen unos remates, burdamente elaborados y pintados con
los emblemas referidos a la cofradía de San Isidro: la reja de arado y las
espigas.
Al ser
un retablo reaprovechado, ello podría explicar la diferente calidad de las
obras que lo integran y el hecho de que, junto con santos franciscanos, cosa
explicable por haber pertenecido a su convento, aparecen otros dominicos.
En marzo
de 2018, fue instalada en esta capilla la reja que, hasta ese momento, había
cerrado el baptisterio, derribado durante las obras de restauración. En la parte
superior de la misma aparecen dos animales mitológicos (no son propiamente
grifos pues tienen cuerpo de ave y cabeza de león) afrontados con una copa
central de la que emergen serpientes y una calavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario