Inmediatamente después del paso de la Muerte desfilan dos personas con el hábito de la cofradía de las Almas, una de las cuales porta un cráneo humano y la otra un plato con cenizas a las que señala constantemente con su dedo índice derecho.
La presencia
de un cráneo humano real y de las cenizas no deja de ser sorprendente para
algunas personas que ya habían quedado impresionadas con ese paso de la muerte
que les precede.
Recientemente,
con ocasión del Miércoles de Ceniza, recordamos lo que querían representar que
no era otra cosa que la fugacidad de la vida: todos terminaremos como ese
cráneo, mientras que la ceniza recuerda la frase que pronunciaba y puede seguir
pronunciando el sacerdotes al imponerla sobre la cabeza o en la frente de los
fieles, antes del ofertorio en la celebración eucarística de ese miércoles en
el que arranca la Cuaresma: “Pulvis eris et in pulverem reverteris” (polvo eres y
en polvo te convertirás).
Algún año hemos visto que, en lugar de
la bandeja, las cenizas se llevaban en una copa de cristal cerrada,
posiblemente para evitar la acción de viento aunque, en ocasiones, también se
ha recurrido a cubrirlas con papel de celofán transparente. Lo que es
incorrecto era colocar en ese grupo una tercera persona que llevaba una cruz.
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