El Vía Crucis es una práctica piadosa que, aunque se puede llevar a cabo en cualquier momento del año, adquiere especial significación durante la Cuaresma o la Semana Santa. A través de sus catorce estaciones, se medita sobre el camino de Cristo hacia el lugar de su muerte en la Cruz.
En
algunas localidades las estaciones están señalizadas en las fachadas de algunos
edificios de sus calles por medio de unos azulejos o de cruces de madera
encastradas en sus muros. No es el caso de Borja donde ha existido desde hace
varios siglos un recorrido para la práctica de esta devoción en el Santuario de
Misericordia, culminando en la ermita del Calvario. Es posible que hubiera otro
que, desde el casco urbano llevara hasta la ermita del Sepulcro pero no hemos
podido documentarlo y parece improbable porque esta última ermita fue edificada
a comienzos del siglo XVIII, cuando el Vía Crucis del Santuario ya existía
desde hacía muchos, aunque las actuales cruces son del siglo XIX.
La
introducción del rezo del Vía Crucis en Borja está vinculada a la Venerable
Orden Tercera de San Francisco que, como dieron a conocer el Dr. Aguilera
Hernández y Manuel Gracia en una comunicación presentada al congreso de Priego
de Córdoba en 2019, cristalizó en nuestra ciudad en los primeros años del siglo
XVII.
En
1617 manifestaron su deseo de organizar el día de Viernes Santo un Vía Crucis
por las calles de Borja (entonces no existía todavía el Entierro de Cristo),
aunque no obtuvieron la autorización pertinente. La consiguieron en 1622 con
ciertas condiciones, entre las que destacaba el procesionar exclusivamente con
el paso de “la cruz a questas” que, evidentemente, no era el que se conserva en
Museo de Santa Clara, al que corresponden las imágenes que hemos insertado,
dado que es obra de José Ramírez de Arellano. Realizada hacia 1753.
Actualmente,
en la noche del Martes Santo se contempla el Vía Crucis por las calles de
Borja, presidido por el paso del Cristo de los Misereres, aunque por la propia
esencia de esta devoción parecería más lógico utilizar el paso de Jesús con la
Cruz a cuestas como antaño.
El recorrido finaliza en la antigua colegiata de Santa María con la imagen de Cristo crucificado ante el presbiterio del templo. Para muchas personas, este acto íntimo y profundamente religioso puede pasar desapercibido frente a las procesiones que, por la participación de las cofradías y las distintas bandas, encuentra más eco.
Pero
el Vía Crucis en el Santuario de Misericordia tuvo siempre un profundo arraigo,
contando con la presencia de numerosas personas que lo seguían con gran
recogimiento y el sacrificio que suponía arrodillarse en el abrupto camino por
el que discurre.
Ahora,
ese recorrido es el escenario elegido por el arciprestazgo del Huecha para su
Vía Crucis que termina en ese monumento singular que es la ermita del Calvario
de planta circular y que merecería también que fuera especialmente protegido
con una declaración monumental.
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