Desde Gallur nos remiten el primer número de El Cuadrante, la revista que acaba de poner en marcha el Centro de Estudios Galluranos, entidad impulsada por el Ayuntamiento de esa localidad y, en concreto, por su Concejal Delegado de Cultura, Turismo y Patrimonio D. Carlos Gracia Casado quien, en la presentación, explica la razón del nombre elegido, dado que “El Cuadrante” era el lugar en donde, al resguardo del reloj de sol “nuestros antepasados fraguaban nuestra cultura”.
Con 24
páginas y muy bien editada, esta publicación de periodicidad anual tiene un
carácter eminentemente divulgativo, aunque los temas que aborda son tratados
con rigor por los especialistas que forman parte de ese Centro.
En la
portada aparece una imagen de la fachada del antiguo palacio de los Blancas,
cuya importancia histórica y monumental destaca en uno de los artículos Elena
Andrés Palos, a pesar de lo cual fue derribado, privando a Gallur de uno de sus
mejores monumentos. Reflexionar sobre esa fotografía constituye un ejercicio
imprescindible para todos los que luchan por la preservación del Patrimonio, un
patrimonio que es de todos pero que no todos respetan. Cabe preguntarse por las
razones que propician el que, día tras día, sigan sumidos en el abandono muchos
monumentos que, en numerosos casos, terminan por desaparecer. Pero no es
cuestión de un día, sino que la tragedia se va fraguando en el tiempo. Basta
mirar esa foto, relativamente cercana a nuestro tiempo, para sentir la desazón
que produce la visión de una preciosa fachada, mutilada, con los vanos
superiores cegados y otros abiertos sin orden ni concierto, respondiendo
únicamente al interés personal de quienes ocupaban espacios interiores que, en
su origen, tuvieron otro destino. Y lo curioso es que, entonces y ahora, hay
personas que consideran esos desafueros como algo no solamente normal sino
necesario, acusando a los que opinan lo contrario, en el mejor de los casos,
como gentes ancladas en el pasado. Pero se da la circunstancia de que el
Patrimonio no sólo constituye una seña de identidad, sino que es fuente
generadora de riqueza como señalan todos los especialistas.
Tras
este desahogo al que nos ha incitado una foto, queremos señalar que Santiago
Navascués Alcay es el autor de tres artículos. El primero de ellos sobre el
nombre de Gallur, que deriva del “pago gallorum” o pago de los galos
establecidos allí tras la fundación de Caesarauguta; en el segundo relata el
origen legendario del apellido Blancas; mientras que en el tercero se refiere a
un enfrentamiento acaecido en el siglo XVI entre Gallur y Magallón.
Daniel
Aquillué Domínguez escribe sobre Gallur en 1808 y el motín desencadenado en
1840 por causas no precisadas. Carmina Gascón Tovar se refiere a las dos ocasiones
en las que los danzantes de Gallur quisieron actuar en Pamplona, sin
conseguirlo hasta el año 2010. También explica los cambios en el callejero de
la localidad, mientras que Antonio Miguel Sierra Ferrández cierra la revista
con un “anecdotario”, en realidad efemérides extraídas de la obra de D.
Gregorio Larroy García.
Sólo
nos queda desear larga vida a esta publicación que está llamada a desempeñar un
importante papel en la cultura de Gallur y agradecer a D. Carlos Gracia Casado
su envío, felicitando al mismo tiempo a todo ese activo grupo de personas que
forman parte o colaboran con el Centro de Estudios Galluranos.
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