Desde el primer momento en que visitamos la iglesia parroquial de San Martín de Tours, en San Martín de la Virgen del Moncayo, nos llamó poderosamente la atención su altar mayor de mármol blanco en el que, dentro del templete diseñado como expositor para el Santísimo Sacramento, se encuentra la imagen del Santo Obispo titular del templo.
Que
se trata de algo anómalo lo demuestra el reducido tamaño de esa imagen, para
adaptarla a un espacio para el que no fue concebido. Asimismo, el hecho de que
el templete esté flanqueado por dos ángeles en posición de adoración sólo se
explica si se tiene en cuenta que allí debía ser colocado el Santísimo
Sacramento en las exposiciones solemnes.
Por otra parte, en la hornacina situada en la parte superior del ábside se encuentra una imagen del Sagrado Corazón que, por su tamaño y ubicación, pudiera parecer la titular del templo.
No
fue hasta ayer cuando encontramos una explicación plausible a lo que, desde
luego, no es normal. Al pie del retablo se hace constar que fue donado por Don
Salvador Gómez Sánchez en 1926, el mismo benefactor que mandó construir y
sufragó el actual templo, cuya primera piedra fue colocada en 1931, siendo
inaugurado en 1949 y consagrado diez años después.
Por
lo tanto, el altar fue donado a la iglesia anterior en la que el retablo mayor
sería muy probablemente el que ahora está en el crucero, con el lienzo que
representa a San Martín. Comoquiera que D. Salvador Gómez era hijo de la
localidad y conocía muy bien todas las circunstancias y tradiciones de la
misma, a la hora de supervisar el diseño de su templo considerara que la
hornacina hoy destinada al Sagrado Corazón fuera ocupada por una imagen de San
Martín, representado en el momento en el que, montado a caballo, corta su capa
militar para entregarla al mendigo.
En
cualquier caso, es preciso destacar el interés de este conjunto que fue encargado
por el donante a unos marmolistas de Toulouse, los hermanos J. Guiraud, lo que
demuestra que no reparó en gastos.
A
la hora de contemplarlo hay que tener en cuenta que, a raíz de las reformas
litúrgicas derivadas del Concilio Vaticano II, la mesa del altar fue separada
de su primitivo emplazamiento, perdiéndose por lo tanto la unidad del conjunto.
A
ambos lados del sagrario hay dos bajorrelieves enmarcados por arcos rebajados
sostenidos por columnitas jaspeadas cuyo color rojo veteado contrasta con el
mármol blanco. En ellos se representan dos escenas que hacen alusión al
misterio de Dios hecho hombre: El momento de su concepción en el seno de la
Virgen y el de su Nacimiento en el portal de Belén.
Especial
sentido tiene el programa iconográfico del frontal del altar donde bajo arcos
de medio punto sobre las mismas columnitas jaspeadas a las que antes nos hemos
referido. En el centro Cristo sosteniendo un cordero entre sus manos y a ambos
lados los cuatro evangelistas con sus correspondientes atributos. De izquierda
a derecha: San Mateo con el ángel; San Juan con el águila; San Marcos con el león;
y San Lucas con el toro. En definitiva, Jesucristo como eje y centro de la
Iglesia y los evangelistas que constituyen uno de sus soportes fundamentales.
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