El viernes estuvimos en Bureta, localidad que recientemente alcanzó la Bandera Verde y que no habíamos visitado desde antes de que se convirtiera en destino turístico, principalmente por la acción de la asociación Bureteandoando.
Ya al
llegar nos llamó la atención ese “amo a Bureta” con un corazón abierto para
depositar allí tapones que, después, es posible canjear y con unos bonitos
muñecos de forja. El pilar destacaba entre los olivos recortados.
Luego, al recorrer sus calles. todo fueron sorpresas desde los murales con los que dan la bienvenida a esa “Bureta encantada” o en los que parecen flotar hadas y mariposas.
Flores
en las casas y espacios ajardinados, junto con la limpieza que se respira contribuyen
a hacer muy grato el paseo en el que pudimos constatar el esfuerzo colectivo de
sus vecinos por mejorar al municipio.
Muy
curiosa esa adaptación como maceteros de antiguos neumáticos o la transformación
de algunos solares en espacios decorados también con materiales reciclados.
Flores
en las casas y espacios ajardinados, junto con la limpieza que se respira contribuyen
a hacer muy grato el paseo en el que pudimos constatar el esfuerzo colectivo de
sus vecinos por mejorar al municipio.
Pero
la actividad creadora no cesa y pudimos sorprender a Elena Bellido, una de las
integrantes de la asociación, cuando transformaba la chapa “Pegaso” de una
cochera en un precioso mural de cielos azules y corderitos blancos, pastando en
la hierba verde.
Su padre, nuestro buen amigo D. Ignacio Bellido, nos llevó hasta el Huecha para ver un árbol singular al que dedicaremos otro artículo, recorrer el bosque encantado y admirar la belleza del entorno que rodea al palacio de los condes de Bureta, nuevamente abierto y en cuya cafetería pudimos reposar tras este interesante recorrido.
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